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Las agresiones contra personas LGBTTTI+

VIOLENCIA CONTRA LAS PERSONAS LGBTTTI+

Cuando inicie con este tema lo hice con el compromiso de hacerlo con estricto apego a los derechos humanos y para que las personas que tienen una visión muy distinta, tienen una educación que no los deja ver que nuestra sociedad está evolucionando y no debe haber discriminación de ningún tipo y los que discriminan es porque ignoran algunos tópicos los cuales serían de gran utilidad explicarlos para comprender que la violencia genera violencia y más cuando se realiza en contra de las minorías.

La realidad por la que atraviesa todos los casos de violencia contra las personas LGBTTTI+, ya que las estadísticas y los análisis de las investigaciones de los homicidios señalan que los cuerpos encontrados y localizados en la mayoría de los casos suelen estar quemados, torturados, atados, mutilados, o violados, lo que demuestra que no se busca simplemente eliminar ese cuerpo, sino que se hace desde una ira, rabia y violencia desmedida, que busca humillar y borrar cualquier rastro de identidad de la persona asesinada y de todo lo que ella representa.

Es importante tener en cuenta que los mecanismos de denuncia no siempre protegen a quienes acuden a denunciar, para empezar algunos servidores públicos no saben como tratar a las víctimas, dejando a numerosas personas en una situación de vulnerabilidad física y emocional. 

El debate en torno a la ley estatal y la ley social es complejo y continuo, ya existe un marco de derechos que protege y respalda, pero si no hay un cambio social, no hay información al respecto, a menudo estos mecanismos se hacen inaccesibles, generando que la inmensa mayoría de ataques violentos y homicidios sean invisibles, al no haber una atención digna, que no haya constancia ni denuncia, y que, por lo tanto, no entren en las estadísticas oficiales, generando con ello desconfianza en las instituciones, al no continuar coadyuvando por la apatía de las autoridades. 

Por ese motivo y para que no siga ocurriendo, el estado debe hacerse responsable de generar políticas públicas que inciden en la mejora de las vidas de sus sociedades, y en este caso particular, apoyar la creación de observatorios, informes, y material pertinente para conocer el verdadero alcance de estas violencias y plantear medidas urgentes desde ese conocimiento para su no repetición y prevención.

De igual manera, debemos tomar en cuenta que las estadísticas y las cifras probablemente no estén contemplando la realidad de las agresiones tan complejas como la de cualquier minoria de los diferentes estados del país, por lo que la tarea es afrontarlas con una mirada analítica y crítica, reflexionando en todo momento sobre las cifras que no aparecen y sobre lo que no se hace explícito, pero existe, y hace todavía más urgente la lucha en contra de la discriminación hacia las personas LGBTTTI+.

Es por ello, que resulta importante implementar instrumentos como el Tratado Internacional de Derechos de la Juventud, que brindan un marco de protección desde el cual poder posicionarnos para garantizar que los crímenes de odio hacia jóvenes LGBTTTI+ no se cometan, tal y como está recogido en el artículo 3, relativo al derecho de las y los jóvenes a elegir y expresar libremente su orientación sexual e identidad de género, llamando a los Estados Parte a prevenir y sancionar todas las formas de discriminación contra ellas y ellos; y en el artículo 4, enfocado en la igualdad de género.

La pregunta es, ¿Por qué existen tan pocas consignaciones, ahora judicializaciones en tratándose de crímenes contra personas LGBTTTI+?

Bueno cuando existan tratados en los que nuestro país es parte de los mismos, el Estado está obligado a que esas conductas no se repitan y sean las mínimas, de lo contrario son sancionados y se le retira todo el apoyo económico, así como el comercio con los demas paise partes, lo que afectaría en la economía internacional y nacional.  


Con el ánimo de dar luz en este tema y de estar informados es una obligación difunfundir, para conocer y borrar la mala apreciación, así como los prejuicios que se tiene sobre este tema.

Por todo lo anterior, quiero explicarles qué son la homofobia, lesbofobia, bifobia y transfobia.

Todos estos actos de discriminación surgen a partir de la idea de que lo ‘normal’ y ‘natural’ es la heterosexualidad. 

Seguramente han escuchado sobre LGBTTTI+, es por ello que les cuento que:

Las personas no deben ser violentadas por su orientación sexual o identidad de género. 

Es importante comprender que todas las personas que pertenecen a la diversidad sexual son merecedoras de respeto sin importar su orientación e identidad de género. No obstante, en el mundo, hay todavía legislaciones que les criminalizan y discursos en la sociedad que les discriminan.

Por esto, les comentaré a qué se refieren los términos homofobia, lesbofobia, bifobia y transfobia. 

Antes que nada, tendré explicar un poco sobre la diversidad sexual, de acuedo con el Glosario del Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (Conapred).


La bisexualidad es la capacidad de una persona de sentir atracción erótico-afectiva por personas de un género diferente al suyo y de su mismo género; la homosexualidad se refiere a los hombres que se sienten atraídos por otros hombres; las lesbianas son mujeres que se sienten atraídas por mujeres.

En tanto, las personas intersexuales son aquellas que viven situaciones en las que su anatomía o su fisiología no se ajustan completamente a los sexos que se han definido culturalmente (hombre/mujer). Entonces, las características sexuales innatas de las personas intersexuales varían según cada individuo y pueden corresponder en diferente grado a ambos sexos.

Y también que de igual manera existe un Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia: esta lucha es se conmemora 17 de mayo, la lucha contra la homofobia, lesfobia, bifobia y transfobia.

En cuanto a la identidad trans, este es un término paraguas que se usa para nombrar a las personas transgénero, transexuales y travestis. Las primeras dos identidades comparten que su identidad de género y sexual no coincide con la asignada al nacer, mientras que las personas travestis gustan de cambiar su apariencia a la del sexo opuesto, ya sea de manera transitoria o duradera.

Ahora con toda esta información, ahora si podemos entrar de lleno al tema:

La fobia a la diversidad sexual

La bifobia es el rechazo, discriminación, invisibilización, burla y violencia basada en prejuicios y estigmas contra las personas bisexuales.

Este rechazo supone que todas las personas deben limitar la atracción que sienten exclusivamente a hombres o a mujeres, es decir, a un solo género. De no ser así, son personas catalogadas como “confundidas” o “indecisas”.

Por otra parte la homofobia es la discriminación, rechazo y otros tipos de violencia en contra de las personas homosexuales, con base en prejuicios y estereotipos hacia las personas con esta orientación sexual.

De igual manera, saber que la intersexfobia es también la invisibilización y violencia en contra de las personas de esta comunidad, bajo la idea de que sus características sexuales diversas transgreden el binarismo sobre cómo deben ser los cuerpos de hombres y mujeres.

Estas personas suelen experimentar tratamientos o cirugías médicas sin su consentimiento informado para encajar, y suelen ser procedimientos irreversibles e innecesarios.

Asimismo la lesbofobia se argumenta desde prejuicios, estereotipos y estigmas hacia las prácticas sociales de las mujeres lesbianas.

“Se diferencia de la homofobia pues las formas de violencia y opresión son muy específicas en función del componente de género, como en los casos de las ‘violaciones correctivas’ a las mujeres lesbianas, generalmente practicadas por familiares y amistades de sus familias”, señala el Conapred.

Y por último la transfobia, es el rechazo, discriminación y violencia en contra de las personas por el no reconocimiento de su identidad y expresión de género, debido a los estereotipos en los que las personas se ven orilladas a encajar.

Todo esto surge a partir de la heteronormatividad, la cual es la expectativa basada en estereotipos de que todas las personas son y deben ser heterosexuales pues es una “condición única, natural, normal o aceptable”.

Por qué hablar de este tema, pues porqué en lo que va del año 2021, ha habido un total de 17 asesinatos en contra de personas por su orientación sexual en México, así como a 31 personas por su identidad de género, según el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra las Personas LGBTTTI+ de la Fundación.

Y sabía usted, que la homosexualidad era considerada como una enfermedad mental. Casi puedo ver su cara de incredulidad, pero así es, permítame explicarle.

En 2004, la ONU eligió el 17 de mayo para conmemorar esta fecha, en recurdo que se eliminó la homosexualidad de la clasificación internacional de enfermedades mentales por la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1990.


En 2018, la OMS sacó de la lista de Clasificación de Enfermedades a la transexualidad. Esta fue retirada pues no hay evidencias de que una persona con desorden de identidad de género tenga un desorden mental.

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) destaca que las personas homosexuales, bisexuales, transgénero e intersexuales son víctimas de acoso, tortura, detenciones arbitrarias e incluso de asesinatos en todo el mundo. Esto sucede muchas veces con total impunidad.


Una de las preocupaciones más grandes es si las niñas, niños y adolescentes tienen la capacidad de definirse como diferentes a su género aunque no tengan el vocabulario o la explicación científica, explican padres y madres.

Se busca visibilizar la lucha en contra de la LGBTTTI+ fobia y promover el ambiente sano y respeto a expresiones diversas, así como el reconocimiento de los derechos de las personas independientemente de su orientación sexual e identidad de género.

De acuerdo a la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas (ILGA, por sus siglas en inglés), hay 67 países, más dos que pertenecen a la ONU, que criminalizan los actos sexuales consensuales entre personas adultas del mismo sexo. Esto según su reporte publicado en diciembre de 2020.

La ONU informó que, desde que comenzó la pandemia de COVID-19, se ha documentado el empeoramiento de la discriminación, la violencia y el discurso de odio contra las personas de la comunidad LGBTTTI+, así como la exclusión social y económica, la obstaculización para su acceso a atención médica, educación, empleo y servicios básicos.

También ha identificado intentos para revocar protecciones jurídicas y sociales a los derechos humanos de estas personas.

Para ILGA, es importante entretejer alianzas dentro de la comunidad en contra de las narrativas dominantes que marginan a las personas LGBTTTI+.


Ahora bien los asesinatos de personas LGBTTTI+: Cuando ser uno mismo se paga con la vida.

Una orientación sexual o identidad de género diferente de la considerada normal puede tener consecuencias fatales en muchos lugares del planeta.

Más allá de los 11 países que condenan la conducta homosexual con la pena de muerte, las personas con una orientación sexual o identidad de género diferente a la considerada normal pagan un alto precio por ser ellas mismas en demasiados lugares del planeta. Incluso aunque se guarden mucho de manifestar sus preferencias sexuales en público, la mera sospecha de que son diferentes puede costarles multas, años de cárcel... o la vida.

Según el último informe Homofobia de Estado, publicado en diciembre de 2020 por la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA, según sus siglas inglesas), 69 Estados miembros de la ONU todavía criminalizan los actos sexuales consensuales entre personas adultas del mismo sexo (67 por disposiciones legales explícitas y 2 de facto).


En seis de ellos -Arabia Saudí, Brunei, Irán, Mauritania, Nigeria (12 estados del norte) y Yemen-, la pena de muerte es un castigo legalmente prescrito. En otros cinco -Afganistán, Emiratos Árabes Unidos, Pakistán, Qatar y Somalia- la pena de muerte podría llegar a imponerse siguiendo ciertos códigos legales o religiosos, pero hay menos certeza jurídica sobre la situación.

Los datos acerca de la aplicación de estas sentencias de muerte son escasos. El informe de la ILGA narra el caso de dos hombres y un muchacho de 17 años condenados en 2015 por homosexualidad en la provincia de Ghor, Afganistán. La sentencia, emitida por un tribunal de justicia paralela, estipulaba como método de ejecución "el aplastamiento mediante derribo de pared". La caída del muro mató a los dos hombres e hirió al adolescente, a quien le permitieron conservar la vida.

“En julio de 2020 Sudán abolió la pena de muerte como castigo por relaciones sexuales consensuales entre personas del mismo sexo”

La organización concluye: "casos como este ponen de manifiesto los límites difusos entre la aplicación de la pena de muerte y las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias llevadas a cabo por mecanismos de justicia no oficiales".

El informe sí recoge información más concreta sobre Irán, en donde documenta ejecuciones de reos acusados de distintas prácticas homosexuales en 2019, 2018, 2017 y años anteriores.

Pero aun en medio de esta sinrazón hay también buenas noticias: en julio del año 2020 Sudán abolió la pena de muerte como castigo por relaciones sexuales consensuales entre personas del mismo sexo, aunque este tipo de relaciones sigue siendo castigado.

Crímenes de odio contra la diversidad sexual: 

Asesinatos de personas LGBTTTI+

Más allá de amenazas legales, la vida de las personas LGBTTTI+ corre peligro en multitud de países, debido a su exposición a crímenes de odio (delitos que se cometen contra personas o bienes debido a su relación, real o supuesta, con un grupo definido por una característica protegida, como el origen étnico, la religión, la orientación sexual o la identidad de género).

Las personas transgénero son víctimas preferenciales de dichos crímenes. Según los datos recogidos por Transgender Europa en su Observatorio de Personas Trans Asesinadas, entre 2008 y septiembre de 2020 murieron asesinadas 3.664 personas transexuales en el mundo. Todas ellas asesinadas por prejuicios discriminatorios.

La organización deja claro que no son cifras exactas, pero asegura que reflejan tan solo la "punta del iceberg" de la violencia que sufren las personas trans en todo el mundo.

De las 3.664 muertes registradas por el observatorio, 1.520 han sido documentadas en Brasil; 528 en México; 271 en Estados Unidos; 180 en Colombia; 126 en Venezuela y 107 en Honduras.

Durante esos 12 años en España han sido asesinadas 13 personas trans. Un número muy lejos de los registrados en los países de las América y algunos de Asia, pero igualmente notable.

Lo preocupante es que en nuestro país no se cuenta con protección en México y Centroamérica

Las amenazas a la vida de las personas LGBTTTI+ son especialmente preocupantes en Mesoamérica. Sobre todo en México y en los países del triángulo norte - Guatemala, El Salvador y, sobre todo, Honduras-, como demuestra el informe de Amnistía Internacional Sin lugar que me proteja.

El texto concluye que "ante la falta de opciones para resguardar sus vidas e integridad en sus propios países (centroamericanos), hombres gays y mujeres trans optan por huir y buscar protección en otros países como México o Estados Unidos. Sin embargo, para muchas de estas personas el camino está pavimentado de nuevos actos de violencia y discriminación a manos de grupos criminales y autoridades".

Los datos de la violencia contra las personas LGBTTTI+ en Centroamérica son estremecedores.

De acuerdo a la ONG hondureña Red Lésbica Cattrachas, desde 2009 hasta julio de 2017 se reportaron 264 asesinatos de personas LGBTI (152 hombres gays y 86 personas trans) en Honduras. La ONG COMCAVIS-TRANS reportó un total de 28 ataques graves, la mayoría asesinatos, contra personas LGBTTTI+ en El Salvador entre enero y septiembre de 2017.


Carlos, un solicitante de asilo hondureño entrevistado por Amnistía Internacional en 2017 contaba: "Mi amigo fue a poner una denuncia y ni bien había terminado de poner la denuncia que ya estaban en su casa de él. Otro amigo fue a poner la denuncia y en el camino lo mataron". La violencia sufrida por sus amigos y por él mismo -"me golpearon, me intentaron asesinar... solo por ser gay"- le llevó, como a miles de otras personas no heterosexuales, a huir de su país.

Ni siquiera la civilizada Unión Europea está libre de crímenes de odio. En 2018 el transformista activista griego Zak Kostopoulos fue golpeado brutalmente por dos hombres al entrar en una joyería del centro de Atenas. Tras la agresión, la policía intentó detener con violencia a Zak, que agonizaba en el suelo y que falleció a causa de las múltiples lesiones sufridas.

Su madre contaba un año más tarde cómo su lucha para obtener justicia le ayudaba a sobrellevar la muerte de su hijo: "Debemos mantener la lucha, garantizar que toda vida humana sea valorada y tratada con respeto".


Vidas rotas a cuenta de los crímenes LGBTTTI+

A veces, los crímenes de odio o la homofobia estatal o la transfobia no acaban directamente con las vidas de las personas lesbianas, gays, bisexuales, trans o intersexuales, pero las destruyen de manera tan brutal que dejan a esas personas convertidas en verdaderos juguetes rotos.

Esta fue la causa de la muerte de Sarah Hegazi, feminista egipcia que en un concierto se atrevió a ondear la bandera arcoíris. Como reflexionaba la investigadora de Amnistía Internacional Nadia Rahman, "estos breves instantes de esperanza en que decidió celebrar sin reservas quién era, cambiaron su vida. Y, tres años después, se la arrebataron".

Una semana después del concierto, Sarah fue arrestada, junto con unas 30 personas más, y sometida a abusos sexuales, tortura y detención arbitraria durante tres meses por “pertenencia a un grupo ilegal”. Tras ser puesta en libertad sin cargos el 2 de enero de 2018, se exilió en Canadá, pero sufría un serio trastorno de estrés postraumático.

Un año después de su arresto escribió desde Canadá un artículo sobre su depresión y sus intensos ataques de ansiedad y pánico. Explicaba que sentía un miedo y un aislamiento constantes y que no había podido volver a Egipto para despedir a su madre, fallecida mientras Sarah estaba en el exilio.

Todo el horror vivido queda patente en la nota manuscrita que Sarah dejó al morir, el 14 de junio de 2020: “A mis hermanos y hermanas: intenté redimirme y no lo logré, perdónenme. A mis amigos y amigas: el viaje fue duro y soy demasiado débil para resistirlo, perdónenme. Al mundo: fuiste muy cruel, pero te perdono".


Las personas homosexuales, bisexuales y transexuales han sido perseguidas, discriminadas, siendo objeto de odio y de agresiones a lo largo de la historia.

En las últimas décadas se han ido consiguiendo derechos e hitos fundamentales que han dando lugar a una sociedad más tolerante y plural. Prueba de ello son la eliminación en 1973, de la homosexualidad del “Manual Diagnostico de Enfermedades Mentales” (DSM) de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), y en 1990, la desaparición de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales de la OMS. Pero a pesar de estos avances, el colectivo LGBTTTI+ sigue siendo objeto de odio, discriminación y agresiones en la actualidad.

Por ello, resulta imprescindible aceptar la diversidad afectivo-sexual que existe en la sociedad. Cada persona crea su propio modelo de relación, el cual le ayudará a desarrollar la capacidad de querer y de vivir las relaciones intra e interpersonales de la mejor manera posible. Se puede decir que existen tantas formas de relación como personas.


Ahora resulta necesario que hablemos de la diferencia entre orientación sexual, identidad de genero y sexo biológico.

Resulta fundamental conocer la definición de cada uno de estos términos para no confundirnos y poder entender mejor las necesidades de las personas LGBTTTI+.

Orientación sexual

Se refiere a la atracción emocional, física, sexual o romántica que una persona tiene hacia otra persona. Esta atracción puede ser hacia personas del mismo sexo (homosexual), hacia personas de distinto sexo (heterosexual) o a sentirse atraídos por ambos sexos (bisexual).

No podemos elegir nuestra orientación sexual, por ello las Terapias de Conversión usadas para “curar” la homosexualidad carecen de todo sentido y validez.

Identidad de género

La conciencia de pertenencia al sexo masculino o femenino. Una persona puede sentir una identidad de género distinta a su sexo biológico; es lo que les ocurre a las personas transexuales.

Sexo biológico

Corresponde al sexo con el que hemos nacido, masculino o femenino.

Para ayudarnos con este tema contamos con la Psicología Afirmativa 

¿Qué es la Psicología Afirmativa?

La Psicología Afirmativa es una especialización dentro de la Psicología que se encarga de trabajar las diferentes problemáticas que pueden sufrir las personas no heterosexuales ni cisexuales (personas cuya identidad de género coincide con su sexo biológico). El término de Psicología Afirmativa apareció en 1982 para hacer frente a las ideas patologizantes de la diversidad sexual y de género que existían por entonces.

Para que las personas del colectivo LGBTTTI+ puedan hacer frente a las situaciones que se les puedan presentar, se les enseñan determinadas estrategias y herramientas útiles. Así, cada persona será capaz de asumir su propia orientación sexual y su identidad de género y desarrollará un estilo de afrontamiento activo que le ayudará a enfrentarse al estigma social.

Desde esta forma de trabajo la finalidad del terapeuta será hacer sentir a los pacientes que acuden a un entorno seguro, donde se validarán sus emociones, sentimientos, experiencias, y conductas con respecto a sí mismo y al mundo que les rodea. Se trata, por tanto, de una terapia de la diversidad sexual y de género basada en el acompañamiento e intervención psicológica cuyo objetivo es el de aliviar el malestar derivado del miedo, opresión y discriminación, tanto familiar como social, que han podido sufrir.


Y apesar de que la homosexualidad desaparecede la lista de enfermedades mentales del “Manual Diagnostico de Enfermedades Mentales” (DSM) de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), y en 1990, el colectivo LGBTTTI+ sigue siendo objeto de odio, discriminación y agresiones en la actualidad.

Es por ello, que resulta necesario aceptar la diversidad afectivo-sexual que existe en la sociedad. Cada persona crea su propio modelo de relación, el cual le ayudará a desarrollar la capacidad de querer y de vivir las relaciones intra e interpersonales de la mejor manera posible. Se puede decir que existen tantas formas de relación como personas.


Las áreas específicas sobre las que se trabaja son las siguientes:

Aceptación de la propia orientación sexual y afectiva tanto homosexual como bisexual.

Autoafirmación y visibilización de la orientación y/o identidad.

Superación de traumas y secuelas derivadas de la discriminación LGBTfóbica.

Ayuda a las personas transexuales durante el proceso de construcción de su identidad de género.

Acompañamiento para familias LGBTTTI+.

Intervención en el proceso de aceptación familiar.

Intervención en relaciones de pareja y vinculación afectiva.

Conclusión

Formar parte del colectivo LGBTTTI+ no implica ser diferente a la hora de acudir a un psicólogo, ya que cada persona puede tener los mismos síntomas o problemas de ansiedad, depresión, autoestima, estrés etc. Sin embargo, y tal y como se refleja en el apartado anterior, hay determinadas situaciones o problemas que son específicos dentro de esta comunidad. Por ello, es conveniente acudir a un psicólogo especializado en los problemas del colectivo LGBT.


Tambien me gustaría hablar sobre los mitos de la homosexualidad y prejuicios contra los gays, desementidos por la ciencia

En la naturaleza, las relaciones y la sexualidad entre individuos del mismo sexo no representan ninguna anomalía, de hecho es una práctica relativamente frecuente. Fueron los hombres quienes, en distintas culturas, consideraron estas prácticas como algo anómalo, desnaturalizado, etc. Así pues, la homosexualidad en los humanos es condenada en diferentes grados de intensidad por casi todas las sociedades del planeta.

Pero, ¿cuáles son los mitos sobre la comunidad gay más extendidos?

¿Qué nos cuenta la ciencia acerca de los gays? Destapando algunos mitos sobre la homosexualidad

La homofobia y el maltrato cultural hacia las personas homosexuales no suelen ser noticia, y entre los muchos mitos y falsedades que se han proferido contra la homosexualidad, abundan los prejuicios basados en su supuesta incapacidad para ser padres o madres, su promiscuidad, o la correlación entre homosexualidad y pedofilia/pederastia.

No obstante, un buen número de estudios desmontan esta retahíla de mitos.

La homosexualidad va en contra de la naturaleza

Es preciso señalar que, en el reino animal, la homosexualidad está bien presente. Se trata de algo mucho más habitual de lo que se podría suponer. Son muchas les especies que mantienen relaciones sexuales con individuos de su mismo sexo, prácticas vinculadas con la supervivencia, el robustecimiento de los lazos sociales y afectivos, la adaptación biológica y los factores asociados a la evolución de las especies.

El mito recurrente que versa que la homosexualidad es algo que va contra las leyes de la naturaleza y que solo debemos mantener relaciones con individuos del otro sexo, no se sustenta desde una óptica natural. Además del ser humano, existen 1.500 especies animales que mantienen relaciones homosexuales, como por ejemplo los pingüinos, los cisnes, los chimpancés, jirafas… En este sentido, la comunidad científica que estudia la biología animal está de acuerdo en afirmar que no todo acto sexual tiene como fin la función reproductiva.

Las relaciones homosexuales son promiscuas y poco duraderas

Uno de los clichés más repetidos sobre los homosexuales es el que apostilla que sus relaciones sentimentales son más superficiales, o menos duraderas, o menos “románticas” que las relaciones heterosexuales. Esta idea tampoco parece tener demasiado sentido. Varias investigaciones desarrolladas por la Universidad de Washington derrocaron el estereotipo con datos contrastados.

Recopilaron datos durante 12 años acerca del desarrollo, relación y actividad de parejas homosexuales, hallando que el 20% de ellas había puesto fin a la relación durante este período. En contraste, la progresión de ese dato de porcentaje de rupturas resultó ser menor que el de las parejas heterosexuales. Varios investigadores señalaron que las conclusiones debían empezar a consolidar un mayor respeto hacia las parejas del mismo sexo, alejada de tópicos y fobias.

Muchos pedófilos son homosexuales

Muchas personas coinciden en que la pederastia es uno de los crímenes más macabros y repudiables que existen, y señalan que los hombres homosexuales son quienes suelen ser protagonistas de estos actos infames. Por supuesto, esta generalización deja a los homosexuales en un lugar terrible.

Por esta razón, muchos investigadores han estudiado esta temática para ver hasta qué grado este cliché era cierto, y los resultados han concluido que tal relación es inexistente. Por ejemplo, una investigación del Instituto de Psiquiatría de Clark, en Canadá, mostró fotografías de niños y adolescentes de ambos sexos a varones homosexuales y heterosexuales, al tiempo que registraban datos de excitación sexual de los sujetos. Los resultados resolvieron que los hombres heterosexuales tendían a excitarse más que los homosexuales, particularmente al visualizar fotos de niñas.

Años más tarde, en la Universidad de Denver, Colorado, se estudió a 265 niños que habían sido víctimas de abusos sexuales por parte de adultos. En el 82% de los participantes, el agresor era una persona heterosexual y del entorno próximo al niño. Solo se registraron dos casos (de un total de 265) en que el criminal era una persona homosexual. En consecuencia, los investigadores concluyeron que la vinculación entre homosexualidad y pedofilia no solo no tenía sustento empírico, sino que era una relación mucho más débil que en personas hetero.

Los homosexuales no pueden criar bien a los hijos

Los contrarios al matrimonio gay suelen estar en contra también de la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. Alegan que los padres homosexuales pueden influir negativamente al niño, pues “el niño necesita de una madre y un padre para poder crecer correctamente”. Sin embargo, los datos revelan de nuevo que estas afirmaciones no tienen un sustento en la realidad.

En 2011 se llevó a cabo un estudio que exploró a un total de 90 adolescentes. La mitad de ellos, 45, vivían con padres del mismo sexo, mientras que los 45 restantes eran hijos de familias tradicionales. Se analizaron algunos factores de su vida diaria y su desempeño académico y social, y se reportó que ambos grupos obtenían resultados simétricos, con el apunte de que los hijos de padres homosexuales tenían unas calificaciones académicas ligeramente superiores.

Otros estudios concluyeron que los niños criados en familias homoparentales eran menos proclives a participar en acciones de vandalismo o delictivas que los hijos de padres heterosexuales. “Los datos apuntan que los niños criados con padres del mismo sexo son personas igual de válidas y con igual desempeño (o incluso algo superior) que los niños criados con padres heterosexuales”, afirmó Tim Biblarz, sociólogo de la Universidad de California.

La homosexualidad es una patología que se puede curar

En ámbitos algo retrógrados, la homosexualidad suele recibir el calificativo de ‘enfermedad’. Esta idea proviene de personas que sostienen que la homosexualidad es una inclinación que puede ser “curada si se sigue un camino adecuado". Sin embargo, las ciencias humanas, biológicas y en especial la genética, han indicado que la atracción por personas del mismo sexo parte de una característica genética, y por tanto tiene un fundamento biológico.

Para comprobar si el material genética estaba vinculado con la homosexualidad, los científicos han observado y comparada a gemelos idénticos (que comparten todos los genes) y gemelos fraternales (que comparten aproximadamente el 50%). Los resultados demostraron que casi la totalidad de los gemelos idénticos compartían la misma inclinación sexual, pero no sucedía lo mismo con los gemelos fraternales. Esto sugirió que existe un factor genético encargado de determinar la orientación sexual del individuo. 

Otras investigaciones han aportado datos que señalan que algunos factores biológicos, tales como la exposición de ciertas hormonas en el útero, pueden influir también en la orientación sexual del sujeto. Parece que determinadas diferencias fisiológicas, como algunas formas del oído interno entre mujeres heterosexuales y lesbianas, contribuyen a reforzar esta idea. “Los datos sustentan la teoría de que las asimetrías en el sistema nervioso central existen entre individuos con distintas orientaciones sexuales, y que estas diferencias pueden estar vinculadas con factores tempranos en el desarrollo cerebral”, explica Sandra Witelson, profesora de neurociencias en la Universidad de McMaster, Canadá.


Características y factores de la violencia homicida contra las minorías sexuales:

Este artículo aporta datos y elementos de reflexión sobre víctimas, victimarios y circunstancias de los homicidios cometidos contra minorías sexuales en México D.F. desde mediados de los años 1990. Tras un análisis descriptivo de los mismos, se evocan los principales factores y contextos en los cuales se desencadena la violencia homicida contra personas lesbianas, bisexuales, transexuales, travestis, gays y otros hombres que tienen relaciones sexo-afectivas con varones. En buena medida, estos homicidios están vinculados con los modos de socialización de los varones y con la violencia de género que se ejerce entre ellos, más que con el sentimiento homofóbico de los victimarios. No es sino de forma indirecta que dichos asesinatos son producidos por la discriminación y el estigma contra las minorías sexuales.


Pese a la aceptación generalizada del concepto de "crimen de odio por homofobia" entre activistas y académicos en México, en este país son escasos los estudios empíricos sobre homicidios perpetrados contra minorías sexuales, y todavía, poco desarrollados los instrumentos y criterios para su medición y análisis. La mayoría de las publicaciones no explicitan de forma precisa las características de dichos homicidios, ni analizan los distintos tipos de violencia involucrada en los mismos, por lo que resulta difícil distinguir entre crímenes motivados por intolerancia, prejuicio u odio hacia la orientación o identidad sexo-genérica de la víctima, por una parte, y los demás asesinatos perpetrados contra minorías sexuales, por otra (Boivin, 2015).

Ahora bien, es crucial el estudio más sistemático de los homicidios cometidos contra personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, travestis (LGBT) y hombres que tienen sexo con hombres (HSH2) para actuar sobre los factores estructurales, institucionales e interpersonales que los desencadenan, así como orientar políticas de salud pública y prevención de la violencia. Es necesario interpretar la violencia homicida que se ejerce contra las minorías sexuales en el marco de los contextos socio-culturales e institucionales en los cuales aquélla se enraiza y reproduce.

Siguiendo el modelo ecológico utilizado por Brown (1995) para el estudio de la coerción sexual, en las líneas siguientes se procura identificar los distintos factores -estructurales, institucionales, interpersonales e individuales- que inciden en la comisión de homicidios contra minorías sexuales en la capital mexicana. Dicho modelo "reconoce las interacciones y los roles mutuos" entre "los diferentes niveles de causalidad", y "busca demostrar que ningún solo nivel o causa determina o explica la violencia, pero que cada uno, cuando se combina con una o más variables de asociación causal, pueden derivar a una situación donde la violencia ocurra" (ICESI, 2010:29). El análisis siguiente procura profundizar sobre los distintos factores que alimentan la violencia homicida contra personas LGBT y HSH, así como sobre los vínculos de éstos con la violencia de género y los contextos locales de producción de las identidades sexuales.

Alrededor de la violencia homicida y de la discriminación contra las minorías sexuales: conceptos y clasificaciones

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el homicidio es "la consecuencia de lesiones ocasionadas por otra persona [...] con cualquier medio" (Arroyo, 2001:234). La legislación mexicana distingue entre distintos tipos de homicidio, en función de la intencionalidad, del vínculo entre victimario y víctima, de las formas de ejecución y del móvil. El Código Penal del Distrito Federal (ALDF, 2010), al igual que la legislación nacional y la normativa internacional, diferencia entre el delito doloso y el delito culposo: en contraste con el primero, en el segundo el responsable no previó las consecuencias de sus actos y, en consecuencia, se rebaja la pena en una cuarta parte.3 El homicidio producto de una riña es contemplado como un crimen de tipo más culposo que doloso, disminuyéndose la pena a una tercera parte cuando el responsable es el provocado (Artículo 133 del Código Penal). De igual manera, los homicidios cometidos bajo una "emoción violenta" se benefician de una disminución del castigo (Artículo 136), mientras que, en cambio, las penas aumentan en presencia de algún agravante: alevosía, premeditación, ventaja, traición, saña y odio.

Las ciencias sociales han descrito distintas formas de violencia, clasificándolas según la persona que la padece -autoinfligida, interpersonal o colectiva-; la naturaleza de la agresión -física, psicológica, sexual-; la motivación principal -política, social o económica; impulsiva o instrumental- (Moser & Spierenburg, apud Rodríguez Gázquez, 2008); el escenario social en donde ocurre -político, económico, intrafamiliar, laboral- (Cisneros, 2001); la intensidad y el tipo de deterioro que produce sobre el capital humano, material o ambiental; tantas formas de violencia, que se conectan unas con otras. En efecto, la violencia no es meramente un asunto individual e interpersonal sino, como precisa Cisneros, "el resultado de la acción recíproca y compleja de diversos factores (2001:227)." Según él, "Comprender la forma en que están relacionados es uno de los pasos importantes en el enfoque de la salud pública para prevenir la violencia y disminuir sus efectos." (2001:128).

En los últimos años, a raíz de la ola de violencia homicida contra las mujeres en Ciudad Juárez, las publicaciones acerca de ésta han adoptado un enfoque holístico: suelen distinguir entre el femicidio, definido como el homicidio contra una mujer, y el feminicidio, el cual englobaría las distintas formas de violencia de género que lo propician. 
Estudios sugirieron algunas clasificaciones de feminicidios, mientras que la legislación nacional y estatal ha venido reafirmando la lucha institucional contra la violencia de género, en sus distintas dimensiones -económica, social, educativa y sexual- así como contra la discriminación contra las minorías sexuales. La Comisión de los Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), por ejemplo, puntualiza: "Cuando la discriminación se manifiesta más allá del rechazo y la exclusión, y se convierte en violencia, ésta puede catalogarse como violencia por odio" (2008:76).

En los casos motivados por odio, se castiga, además del crimen, el motivo en sí mismo. Según la CDHDF, en efecto, este tipo de actos "siempre tiene por objetivo lastimar a los grupos que se identifican con la víctima. La motivación de los crímenes implica varias dimensiones; por un lado, advertir e intimidar al grupo minoritario y, por el otro, el ataque a la persona en su dignidad". (CDHDF, 2008:76). Esta Comisión distingue entre los "actos de discriminación (hechos materiales)" y "los discursos de odio (provocación a la discriminación o a la violencia)" (2008:153), recordando que es necesario hallar unos modos precisos de identificar la motivación de los crímenes cometidos contra las minorías sexuales (2008:153-154).


Fuentes disponibles y datos utilizados

En México, a raíz de la ola de ejecuciones contra travestis en Chiapas a principios de los años 1990 (Amnistía Internacional, 1994; CNDH, 1994); empezó a emplearse el término "crimen de odio por homofobia", acuñado en Estados Unidos en la década anterior y caracterizado por el prejuicio u odio hacia la orientación sexual de la víctima. Tras la creación de la Comisión Ciudadana Contra los Crímenes de Odio por Homofobia (CCCCOH), y la publicación de algunos artículos de reflexión de Monsiváis (1998; 1999) en el diario La Jornada, el concepto se integró plenamente al lenguaje académico a principios del siglo XXI con la publicación de un artículo de Cruz Sierra (2002) en El Cotidiano. A partir de entonces, las publicaciones insistieron en las características violentas de dichos "crímenes de odio" y en los rasgos psicológicos de los victimarios, sin delimitar con precisión los criterios de selección de estos homicidios. Carlos Bonfil (2007), al resumir un informe de la CCCCOH, explica, por ejemplo, que "su identificación se basa en las características del crimen: la gran mayoría de las víctimas es muerta con extrema violencia y saña, lo que refleja la necesidad psicológica del victimario, no sólo de infligir un daño a la víctima, sino de castigarlo hasta el exterminio."

Ahora bien, al retomar la información manejada por la CCCCOH (2009) y hacer un seguimiento de los casos en la prensa nacional, comprobamos que se registraron asesinatos de personas que no pertenecían a minoría sexual alguna, debido a que su selección se hizo únicamente en razón de la saña con la cual fueron perpetrados, o por haber sido denominados por la prensa como "crímenes pasionales". Por otro lado, pese a que la literatura sobre violencia ha ido reconociendo cada vez más la importancia de tomar en consideración los factores culturales, sociales e institucionales que la originan y propician en el plano interpersonal (Briceño-León, 2008), en el caso de los homicidios contra personas LGBT y HSH, la producción académica y activista considera, de forma sistemática y poco contrastada, que éstos son producidos por el odio o la intolerancia que el/ los victimario(s) siente(n) hacia la identidad sexual de la víctima, prestándose poca atención a las circunstancias y relaciones entre victimario(s) y víctima previas al crimen (Boivin, 2015).

Por consiguiente, se han confundido los homicidios cometidos en contra de las minorías sexuales cuyas circunstancias no estaban directamente asociadas con el prejuicio hacia la orientación o identidad sexual de la víctima, con crímenes de odio por homofobia (Boivin, 2013b), alejándose del sentido primero dado al concepto de "crimen de odio por homofobia", el cual consideraba la intolerancia o el prejuicio como principal móvil del crimen. Además, la información utilizada, al provenir de medios de comunicación sensacionalistas, tales como La Prensa y El Gráfico, no sólo es parcial (no se registran todos los casos), sino también muy sesgada, dado que estos medios centran su atención en eventos especialmente morbosos, que sirven para reproducir prejuicios homofóbicos.

Sin embargo, hasta la fecha, la llamada nota roja es la principal fuente disponible sobre dichos crímenes en México, dado que no existan estadísticas precisas acerca de la identidad sexo-genérica de las personas agraviadas. Retomando el último listado de la CCCCOH (2009) para México D.F., basado principalmente en dicha prensa sensacionalista, se cotejaron las notas referenciadas en el mismo, se buscaron nuevos artículos y notas de seguimiento de los casos en la prensa nacional (El Excélsior, Reforma y El Universal). Esta información nos permitió ser más precisos en cuanto a la orientación sexual de las víctimas, las circunstancias de los crímenes y las características de los victimarios, lo que nos llevó a descartar un 30% de los casos registrados por la CCCCOH. Por medio del programa de análisis estadístico SPSS, se integró una base de datos de homicidios perpetrados contra minorías sexuales en la ciudad de México. Los resultados obtenidos fueron comparados con la información disponible acerca de los homicidios en el conjunto de la población: para 2001-2007, se utilizaron los datos de la Encuesta Nacional sobre Inseguridad, publicados por el Instituto Ciudadano para el Estudio de la Inseguridad (ICESI, 2010); y para los demás períodos, las estadísticas de mortalidad del INEGI.


Características de las víctimas

En total, se registraron 150 homicidios cometidos contra minorías sexuales en la ciudad de México desde mediados de los años 1990. Es especialmente llamativa la relativa ausencia de mujeres lesbianas o bisexuales, las cuales meramente representan el 3% de las víctimas identificadas. Dicha desproporción se debe en parte a un efecto de estructura: los homicidios contra varones son dramáticamente más frecuentes que los cometidos contra las mujeres, tanto en la capital como en el resto del país .

Los asesinatos entre varones están ligados a las formas violentas de socialización masculina, lo que se traduce en altos índices de mortalidad temprana y violenta (Rivas, 2004). La violencia criminal ejercida entre los hombres se vincula con una cultura masculina tradicional, en la cual agredir y matar a otro varón es una muestra de poder y virilidad (Cruz, 2011). Los gays, bisexuales y otros HSH asesinados en la ciudad de México se encuentran en edades económicamente activas, al concentrarse las víctimas entre los grupos de 30 a 44 años, siendo la edad media de las víctimas 35 años. Las víctimas de nuestra muestra son, por lo tanto, mayores que los varones asesinados en el mismo período en el Distrito Federal, donde la violencia es más elevada entre niños y jóvenes.


Las víctimas no se distinguen de los demás varones asesinados en México D.F. meramente por ser mayores con mayor frecuencia; sino, además, por su categoría socio-profesional: en el 39% de los casos, las víctimas eran directivos, sacerdotes, profesionales del arte y de la cultura; en otro 15%, eran estilistas y comerciantes; y el 14% eran trabajadores sexuales. Mientras que en México los jóvenes pobres matan a otros jóvenes de categorías desfavorecidas (ICESI, 2010), la violencia homicida contra las minorías sexuales se dirige mayoritariamente hacia personas en edad económicamente activa que pertenecen a las clases sociales más altas .

Otra parte de los homicidios registrados se asocia con la precariedad laboral y las condiciones de inseguridad del sexo-servicio, afectando principalmente a las personas travestis y transexuales, quienes son matadas siendo más jóvenes. Según observamos, la proporción de personas transgénero ejecutadas de entre 25 y 34 años duplica la cifra de varones gays y otros HSH en ese grupo de edad. Estos datos son coincidentes con la información proporcionada por el Observatorio de Asesinatos Trans de Transgender Europe (TGEU, 2013), la cual evidencia que la mayoría de las víctimas de los asesinatos cometidos en el mundo contra personas transexuales y travestis, desde 2007, fue muerta a edades tempranas -en el 57% de los casos registrados, sólo tenían entre 18 y 29 años-. Estos datos evidencian el peso que tiene la pobreza en los asesinatos cometidos en contra de las personas travestis y transexuales: la falta de oportunidades laborales arrima a muchas de ellas al trabajo sexual y a condiciones muy precarias de vida, exponiéndoles al chantaje policíaco y a la agresión cotidiana, y poniendo su vida en riesgo.


Características de los victimarios

En contraste con las víctimas, los homicidas identificados suelen ser muy jóvenes: el 59% de los mismos tenía entre 25 y 29 años, lo que representa el 50% de los homicidios; otro 43% de asesinatos fueron cometidos por jóvenes de entre 18 y 24 años. La mayoría de los victimarios tenía, pues, menos de 30 años. Estos datos son cercanos a las características demográficas de los varones procesados y sentenciados en el país -entre el 62% y el 65% de los cuales tienen entre 18 y 34 años (CIDE, 2012)-, aunque evidencian una mayor participación de personas jóvenes en los asesinatos anti-LGBT. Asimismo, es notable la alta proporción de (ex) policías, agentes judiciales y militares entre los victimarios identificados, que representan el 49% de los victimarios (n=61)10 para 42 casos con información acerca de los homicidas. Otro tercio de las víctimas es asesinado por sexo-servidores, los cuales constituyen el 19% de los victimarios identificados; mientras que los demás homicidas son jóvenes inactivos y estudiantes (17%), así como dependientes de comercios, meseros y ayudantes de cocina (11%).



La mayor presencia de jóvenes de categorías populares entre los detenidos podría deberse, en parte, a factores ligados al funcionamiento de las instituciones: la policía, presionada para cerrar un expediente, presenta al sospechoso como culpable sin que existan pruebas de su participación en el homicidio, u obtiene su confesión bajo tortura e intimidación. Según se destacó en el Informe sobre discriminación en el sistema penal del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE, 2012), en México se detiene y juzga en mayor medida a los varones jóvenes y pobres, quienes se encuentran además en una relativa situación de vulnerabilidad para defender sus derechos, por desconocerlos o por su frágil situación económica.

Los policías reciben bonos mensuales en base al número de presuntos responsables remitidos al Ministerio Público, por lo que "resulta que lo relevante para ambos agentes del aparato de justicia es encontrar personas que parezcan culpables, sin que, al mismo tiempo, importe probar fehacientemente los hechos delictivos" (CIDE, 2012:42). Por consiguiente, la presión que se ejerce para que los policías demuestren su eficacia "actúa como incentivo perverso", castigándose finalmente a quien menos educación e ingresos tiene. En varios casos de nuestra muestra se han "fabricado" culpables, a quienes fue fácil endosar el crimen por su situación de vulnerabilidad social. Pese a esta situación estructural, las diferencias entre las víctimas y los victimarios, en términos de edad, ocupación y posición, expresan la influencia de la desigualdad social en la violencia homicida contra las minorías sexuales: la falta de empleo, de recursos y de perspectivas experimentada por jóvenes de clases populares alienta la violencia interpersonal contra varones gays y bisexuales de mayor estatus socio-económico.


El lugar de los homicidios

En nuestra base de casos observamos que una alta proporción de éstos ocurren en colonias de mayor concentración comercial, residencial y socialización de minorías sexuales: en el 35% de los casos, los cuerpos fueron hallados en zonas de residencia gay; en el 18%, fueron encontrados en zonas de ligue o de comercios LGBT, y otro 49% en la vía pública y en hoteles ubicados en zonas de trabajo sexual.11 De ahí la mayor frecuencia observada en las colonias Centro, Guerrero, Morelos (con 15%), Juárez (6,5%), Roma (5%), Condesa, Hipódromo-Condesa y Cuauhtémoc (4%), Santa María de la Ribera, San Rafael y Tabacalera (4%), Del Valle (4%) y Narvarte (7%).

El 92% de las víctimas de la muestra cuyo cuerpo fue hallado en su domicilio eran varones gays y otros HSH; mientras que las travestis y transexuales son principalmente halladas en la vía pública (el 69% de dichas víctimas) y hoteles (14%). El contraste con los datos obtenidos para el conjunto de los varones, en hechos cometidos en las mismas fechas en el Distrito Federal, evidencia que el lugar del crimen consiste un rasgo particular de los homicidios cometidos en contra de varones gay, bisexuales y otros HSH, respecto de asesinatos perpetrados contra varones de la capital. El peso que adquiere la vivienda de las víctimas se debe, en parte, a la multifuncionalidad de la misma, ya que a menudo el hogar sirve para realizar reuniones e intimar, al abrigo de la violencia homofóbica y de la discriminación que aquéllas padecen en ámbitos públicos.


En cambio, las personas travestis y transexuales son victimadas -o sus cuerpos abandonados- en lugares públicos y hoteles, en mayor medida que varones gays y otros HSH, debido al ejercicio del trabajo sexual y a su mayor visibilidad, lo cual conlleva una sobre-exposición a la violencia económica, sexual y física ejercida por policías y militares, grupos delictivos y clientes. Las víctimas encontradas en lugares públicos y hoteles han sido más frecuentemente torturadas: 38% y 33%, respectivamente, de los cuerpos encontrados en espacios públicos y hoteles tenían indicios de haber sido torturados. A menudo, los cuerpos torturados o descuartizados de las/los trabajadores/as sexuales son arrojados desde un vehículo en marcha, baleados o abandonados en la vía pública y, pese a ser identificados en el Instituto de Ciencias Forenses (SEMEFO), no son reclamados por sus cercanos. Dichas ejecuciones, junto con la exposición de los cadáveres en espacios públicos, imponen miedo y silencio a las/los demás trabajadoras/es sexuales, quienes a menudo "expresaron su temor a represalias y venganzas de los policías agresores" ante la CDHDF (2008:61). Por su parte, con frecuencia, la nota roja reitera dicha violencia simbólica y colectiva: "El asesinato provocó terror entre otros homosexuales que trabajan en la zona debido a que temen ser víctimas de las balas que dieron muerte a La Cynthia", escribe Noel Alvarado (1999) en La Prensa acerca de la ejecución de una mujer transexual de 25 años, baleada en un lugar de trabajo sexual de la Calzada de Tlalpan.


Causas de muerte, móviles y otras características del homicidio

En cuanto a las causas de muerte, destacan las vinculadas con la cercanía física: el uso de armas blancas y otros objetos punzocortantes es la causa principal de muerte en el 33% de los casos, mientras que las víctimas golpeadas y asesinadas por asfixia, estrangulamiento o ahorcamiento, representan, respectivamente, el 27% y el 25% del total de los homicidios. Estos datos contrastan con la información obtenida en la Encuesta Nacional sobre Inseguridad (ICESI, 2010). Según la misma, en el conjunto de la República Mexicana los varones son baleados en el 63% de los homicidios; matados con armas blancas y punzocortantes en el 15%; mientras que las muertes por ahogamiento, asfixia y ahorcamiento, así como por golpes, apenas suman el 4% y el 3%, respectivamente, de los homicidios registrados. A menudo los asesinatos contra las minorías sexuales son precedidos de una lucha corporal entre el victimario y la víctima, durante una riña o una discusión de pareja, circunstancias atenuantes en la legislación penal local. Los asesinatos contra varones gays, bisexuales y otros HSH se caracterizan, por lo tanto, por su escasa premeditación.

Por otra parte, por las causas principales de muerte, los homicidios cometidos contra minorías sexuales en el Distrito Federal se acercan al perfil de los femicidios, lo que evidencia sus vínculos con la violencia sexual y de género. En efecto, según la encuesta del ICESI para el período 2000-2007, las mujeres son matadas con mayor frecuencia con armas blancas y punzocortantes (19%), por ahorcamiento, asfixia y ahogamiento (18%), siendo menor el uso de armas de fuego (35%), respecto de los asesinatos contra hombres. Igualmente, a través del estudio de las averiguaciones previas de los femicidios en el Estado de México, Arteaga y Figueroa (2010) constatan que el uso de fuerza física que provoca la muerte por asfixia, golpes y armas cortantes (64% de los casos), expresa la relación estrecha entre la víctima y el victimario, quien, en el 47% de los casos, pertenecía al entorno cercano de aquélla (Arteaga & Figueroa, 2010:20). Igualmente, en el 40% de los homicidios de nuestra muestra, el/los victimario(s) pertenecía(n) al círculo íntimo de la víctima; el 19% de los homicidas identificados vivía con ella; mientras que muchas fueron asesinadas en un momento íntimo: las víctimas se encontraron desnudas en el 39% de los casos, y buena parte de ellas fueron halladas en su recámara. Así pues, parte de aquellos asesinatos representa la consecuencia de la violencia sexual y de género que existía en la relación entre las víctimas y los victimarios, al igual que muchos feminicidios.

Si prestamos atención a las demás características de los homicidios, observamos que el 29% de las víctimas ha sido torturado antes de su muerte (n=142): el 26% se encontró atado y/o amarrado (n=132), y el 46% de los cuerpos hallados en lugares públicos, comercios y hoteles, estaba desnudo. Por último, algunos homicidios comparten con los feminicidios la presencia de algún acto de agresión o abuso sexual antes de la muerte: el 7% de las víctimas padeció alguna violación sexual, mutilación de sus genitales o agresión por medio de objetos introducidos en el ano. Estas agresiones sexuales ligan dichos crímenes al ejercicio de la dominación masculina. Salvador Cruz (2011), en sus análisis de los asesinatos contra hombres y vinculados con la violencia masculina en la frontera norte, muestra que la tortura sexual y la penetración anal reafirmarían la hombría de los homicidas, en conflictos entre grupos criminales entre sí, o entre éstos y militares o policías. Dichos actos no estarían necesariamente vinculados con la identidad sexual de la víctima, sino que servirían para reproducir lo que podríamos denominar "capital de masculinidad".

Estos resultados suavizan, sin embargo, la identificación habitual entre los homicidios cometidos contra las minorías sexuales y la saña empleada en los mismos: el uso de la tortura como método para intimidar y hacer sufrir a la víctima es central en algunos de dichos asesinatos, pero no debe confundirse con los golpes que provocan la muerte de forma inesperada. La alta incidencia de muertes como consecuencia de golpes con objetos contundentes o punzocortantes que se hallaban a la mano del victimario no reflejaría tanto el odio homofóbico del victimario, sino la falta de premeditación y la violencia emocional previa al acto homicida, así como, en algunos casos, la cadena anterior de agresiones entre ambos miembros de la pareja.

La violencia ejercida contra las minorías sexuales estaría vinculada entonces con las formas de reproducción de la dominación masculina en un contexto histórico de profundo cambio del sistema de género y de redefinición de las identidades sexuales. Es propiciada por el uso de la fuerza física para el ejercicio del poder y la confirmación de la masculinidad propia en relaciones de pareja normadas por una tradicional cultural machista: aquella violencia es el producto de los mecanismos de apropiación y reproducción, tanto por parte de las víctimas como de los victimarios, de las formas tradicionales de construcción de la identidad masculina, que derivan en el uso de la fuerza física para resolver conflictos. Parte de los homicidios contra minorías sexuales registrados en el Distrito Federal constituyen, por lo tanto, crímenes de género.

Distintos tipos y patrones de crímenes

Para acercarnos a las distintas causas y contextos que engendran los asesinatos contra minorías sexuales en la capital mexicana, así como para orientar políticas públicas de seguridad, salud y prevención de la violencia hacia dichas poblaciones, es necesario distinguir con mayor precisión cada tipo o patrón de homicidio. Las notas de seguimiento encontradas en la prensa nacional no sólo nos proporcionaron información acerca de los vínculos entre victimario y víctima, o sobre el móvil del crimen, sino también sobre la ocupación del o de los homicidas. A partir de dicha información, se creó una variable que recogiera al mismo tiempo la información sobre el grupo socio-profesional del victimario y acerca de su relación previa con la víctima; variable que cruzamos después con la causa o forma de muerte.

Según observamos por medio de esta variable, el 43% de los homicidios precedidos por actos de tortura física fueron cometidos por personas desconocidas antes del crimen; y otro 20% fue ejecutado por otras personas conocidas, tales como compañeros de trabajo, empleados y amigos de la víctima. Estos homicidios implican una violencia añadida o saña y una mayor premeditación. En cambio, las parejas sentimentales de las víctimas, en un momento de ira o de emoción descontrolada, tienden a utilizar objetos que se encuentran a su alcance para golpear a sus víctimas, sin controlar las consecuencias. Con el objeto de inmovilizarlas, los trabajadores sexuales y parejas ocasionales ahorcan y amarran a sus víctimas con mayor frecuencia que sus parejas sentimentales: de 26 homicidios registrados en los que participó la pareja sentimental, sólo en 5 casos el occiso fue hallado atado; mientras que la tendencia se invierte cuando el autor es una pareja sexual ocasional. A menudo dichas circunstancias están ligadas al robo como móvil principal. Por último, entre los 17 crímenes de personas torturadas y amarradas con información acerca de los sospechosos, se identificaron a 10 policías y (ex) militares, 6 personas conocidas (vecinos, compañeros de trabajo y empleados) y 5 individuos desconocidos antes del crimen, cuyo móvil está o podría estar vinculado, en alguna medida, con la orientación sexual o la identidad de género de la víctima.

Del análisis de las características de las víctimas, de los victimarios y de las causas de muerte, se desprenden así tres patrones distintos. El primer patrón de homicidio, descrito por la prensa como "crimen pasional" y entendido desde la visión militante como un asesinato cometido en razón de la orientación sexual de la víctima, tiene como tela de fondo la violencia de género ejercida dentro de una pareja del mismo sexo. Este tipo de crimen suele ocurrir en el domicilio de la víctima o en alguna habitación de hotel, y su móvil principal son los celos y/o conflictos acerca de la distribución de roles -domésticos, económicos y sexuales- dentro de la pareja sexual o sentimental; así como los malentendidos entre sexo-servidores y clientes, en relación a posiciones y servicios sexuales o precios pactados. En ocasiones, el victimario es casado, no asume públicamente sus gustos sexuales o pretende mantener oculta su relación sentimental con otro varón; en otros casos, el conflicto surge a raíz de una infidelidad de algún miembro de la pareja; en algunas ocasiones, el homicida pretende vengarse de un (supuesto) abuso sexual, o alega que la víctima le penetró analmente sin su consentimiento. En cuanto a la causa de muerte, muchas veces no premeditada, suelen utilizarse objetos punzocortantes y cuchillos de cocina para golpear a la víctima. Todas estas características los asemejan a muchos crímenes contra mujeres, tipificados como feminicidios.

El segundo patrón tiene como móvil principal el robo: el o los autores se aprovechan de la vulnerabilidad social de la víctima, de su soledad y aislamiento, para abusar de su confianza y penetrar en su domicilio o negocio. Los asesinos suelen ser personas conocidas del entorno profesional (empleados, socios) y vecinos; parejas sexuales ocasionales o recién conocidos en establecimientos LGBT, en Internet o en zonas de ligue y trabajo sexual masculino. En algunos casos, los homicidas amarran a la víctima y hacen uso de la fuerza física para obtener información acerca del lugar en donde aquélla guarda su dinero, o su clave personal de tarjeta bancaria. La víctima es generalmente golpeada, y ahorcada con su camiseta, una sábana o un cinturón; las huellas de violencia son frecuentemente indicadores de lucha corporal, forcejeo y resistencia de la víctima a ser robada.

Finalmente, hallamos un tercer patrón de homicidio ligado de forma más clara al crimen profesional y al modus operandi de los agentes policíacos y judiciales, destacándose el uso de la tortura (quemaduras de cigarros, provocación de asfixia por inmersión en cubetas de agua, golpes en los genitales, entre otros métodos) y de armas de fuego, así como la exposición pública de los cadáveres, lo que prolonga la violencia simbólica y la colectiviza. Al analizar la información de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) acerca de los métodos de tortura utilizados por las fuerzas del orden, Forcada y Lugo (2004) ponen de manifiesto que la desnudez, los golpes sobre partes íntimas del cuerpo y la violación sexual constituyen formas, de intimidación y tortura, frecuentemente utilizadas por agentes policíacos durante detenciones arbitrarias, sin importar el sexo o la orientación sexual de las víctimas de tales vejaciones. Este patrón afecta más especialmente a las y los sexo-servidoras/es, y está vinculado con el tráfico de personas, las cuotas y los "derechos de piso" que el crimen organizado y los agentes policiales exigen para poder ejercer el trabajo sexual. Los cuerpos suelen ser encontrados desnudos, quemados, así como atados de pies y manos:

Ahorcado y violado con un instrumento "rombo y alargado", totalmente desnudo y envuelto en plásticos, fue encontrado el cuerpo de un presunto homosexual en calles [...]. Junto a él estaban algunas prendas femeninas que se cree vestía antes de ser asesinado. [...]. Estaba envuelto en una sábana y un plástico negro. Tenía un trapo cubriéndole el rostro y alrededor del cuello una cuerda de cáñamo [...] (Villarreal & Emir, 2003:8).

Esta primera tipología de crímenes remite, a su vez, a una distinción esencial, efectuada por Mario Arroyo (2001) en su estudio de los homicidios cometidos en el Distrito Federal y el Estado de México en los años 1990. Según su análisis, se distinguen los homicidios originados en problemas de convivencia (violencia intrafamiliar, venganzas personales, riñas), respecto de las ejecuciones vinculadas con problemas de seguridad (robos, secuestros, abusos policiales), las cuales contienen mensajes que producen una mayor violencia colectiva. Asimismo, cada patrón está ligado de forma distinta con el contexto cultural, institucional y social: mientras que el primero está fuertemente asociado a factores culturales y estructurales -tales como la construcción de las identidades sexuales y la violencia de género- el segundo lo está a factores sociales y ambientales, tales como las formas de socialización, la desigualdad socio-económica así como el consumo de alcohol y drogas. El tercer patrón se vincula con la violencia institucional ejercida en contra de las minorías sexuales y con la profesionalización de la delincuencia. En la segunda parte de este trabajo, procuraremos describir algunos de estos factores culturales, sociales, institucionales e interpersonales que interactúan en la comisión de homicidios contra minorías sexuales cometidos en la ciudad de México en las últimas décadas.


Desigualdad social y dominación masculina en la construcción de identidades sexuales minoritarias

Entre otros factores explicativos de la violencia homicida en América Latina, Briceño-León (2008) destaca el nivel de urbanización, dado que implica una mayor desigualdad social entre los habitantes de una misma urbe. En la ciudad de México, existe una alta proporción de hogares pobres y, a la vez, una gran concentración de riquezas; lo que conllevaría un incremento de la violencia. Dicha desigualdad social se refleja, tanto en las características opuestas que poseen los victimarios respecto de sus víctimas en cuanto a edades, orígenes sociales y ocupaciones, como en la alta frecuencia del robo (21%) en los homicidios perpetrados contra minorías sexuales.

Por otro lado, dicha desigualdad social remite a los modos tradicionales de vinculación sexo-afectiva entre hombres y al peso de la regulación monetaria de estos vínculos. Tradicionalmente, en México, las relaciones sexo-afectivas entre varones se han caracterizado por el deseo y la búsqueda de lo social, física o étnicamente opuesto; y por subvertir las fronteras generacionales, sociales y étnicas (Blanco, 1979; Boivin, 2013c). Esta cultura sexual ha propiciado relaciones intergeneracionales, interclasistas e interétnicas entre individuos no-heterosexuales y ha desempeñado importantes funciones económicas, por medio de la integración laboral de migrantes y el ascenso social de individuos de origen social modesto, al ofrecerles un apoyo económico o introducirles a nuevos circuitos profesionales (Boivin, 2013c).

Esta construcción de las sexualidades minoritarias surgió en Europa durante la revolución industrial, alentadas por el ascenso de la burguesía y el liberalismo político: en ese contexto, se fueron definiendo "los contornos de una subcultura urbana, caracterizada por la imprecisión de sus fronteras [...] y la construcción de identidades sexuales en torno a un sistema de estatus de género", según explica Pablo Fuentes (2007:369). Según el historiador español, hasta inicios del siglo XX, dicho "estatus de género" constituía el punto de referencia de la mayoría de los sistemas de categorización sexual, los cuales

clasificaban a los individuos atendiendo al conjunto de papeles o roles culturales que se definían como característicos de cada sexo en una sociedad y en un momento histórico determinados (2007: 369).

Entre los años 1930 y 1960, los profundos cambios acaecidos en dicho sistema occidental de categorías sexuales dieron lugar a "un nuevo sistema, dominante hoy en día, que la[s] clasifica en homosexual y heterosexual, tomando como índice la orientación sexual preferente de cada individuo" (Fuentes, 2007:370).

Los estudios sobre las culturas homoeróticas en América Latina subrayaron, igualmente, la importancia del rol de género y de la posición sexual en la construcción de identidades sexuales masculinas minoritarias (Almaguer, 1993). Por una parte, en la cultura homosexual local, la masculinidad se ha construido simbólicamente desde las clases acomodadas a partir de las figuras del chófer, del obrero, del militar o del policía, es decir, en función de los atributos físicos del poder masculino, los cuales siguen alimentando las fantasías eróticas de los varones gays en la actualidad. Al igual que en el mundo mediterráneo, las memorias de Novo (2004) y Nandino (2000) ponen de manifiesto la frecuencia de vínculos amorosos y sexuales en la primera mitad del siglo XX en la ciudad de México. Según Fuentes, en el mundo mediterráneo, este tipo de relaciones,

entre un burgués afeminado y un joven trabajador de aspecto viril solían estar reguladas por el dinero. La diferencia de clase y la introducción del elemento económico objetivaban el deseo homosexual, mitigaban su carácter transgresor y lo integraban en las formas de organización sexual propias del mundo capitalista. [...]. Al recibir un pago a cambio de sus servicios sexuales, el chulo se percibía a sí mismo como un macho, que sólo actuaba por móviles económicos. [De este modo, ambos] Reproducían las formas de género de la heterosexualidad [de modo que] Ni la loca ni el chulo podían intercambiar sus roles, estrictamente limitados (2007:372).

En México, la predilección por los chóferes y policías de Novo12 y de jóvenes artesanos de Nandino (2000), transmutó en la pasión erótica por "mayates", "chacales"13 y otros "príncipes de la fauna urbana" ampliamente descritos en la literatura14 y en revistas gays desde los años 1980. En Del Otro Lado, por ejemplo, Rodolfo N. Morales describe a dichos "mayates" como jóvenes casados o de aspecto heterosexual, de origen social modesto; a menudo, estudiantes y soldados, policías y chóferes. En "México, País de Mayates", Juan Carlos Bautista, poeta y propietario de varios establecimientos gays en el centro de la ciudad, refiere por su parte: "Muy lejos de los ghettos (por voluntad o capacidad de consumo) estas locas pobres no buscan sitios para estar con sus similares sino con sus iguales". Según él, los "mayates, casados, o con novia, evidencia(n) lo mucho que estamos dispuestos los varones a dejar ir nuestra pija en medio de unas buenas nalgas de cabrón", ya que "chingar a otros hombres" refuerza la masculinidad de uno, expresa Bautista (1990).

Herencia de la producción simbólica de la dominación masculina, en la sociedad mexicana, "Penetrar a otro hombre no lo lleva a perder sus atributos masculinos, sino que, por el contrario, los acrecienta", afirmaban González, Liguori y Bazúa (1990) en un artículo de Salud Pública de México, según quienes la alta incidencia de "bisexualismo" (sic) en estratos bajos se explicaba por la existencia de roles sexuales claramente diferenciados en la cultura sexual local. En efecto, según afirmaban los autores, las prácticas homosexuales se han orientado fundamentalmente a través de dos roles estereotipados: el "activo" y el "pasivo". Esta diferenciación de roles guardaría una "estrecha relación con el patrón cultural de hipermasculinidad o "machismo" que regula las relaciones heterosexuales", según el cual "los hombres son juzgados por su valor, dominación, poder." (González, Liguori & Bazúa, 1990:34).

No obstante, en el marco de una cultura gay más igualitaria (Laguarda, 2009) y la adopción de un modelo más internacional entre las clases medias capitalinas, los cambios acecidos en la forma de definir y experimentar la sexualidad entre individuos de sexo masculino han propiciado a su vez una nueva distribución de los roles de género en las relaciones entre varones. Mientras que el modelo más tradicional se basaba en la desigualdad y la complementariedad de los agentes de la interacción -tanto en términos de estatus social y situación económica como de rol de género y posición sexual- el modelo gay internacional implicaría en cambio una menor distancia social y una mayor reciprocidad o versatilidad en los roles sexuales entre los miembros de la pareja.

Sin embargo, hoy en día muchos individuos siguen definiéndose en función de las categorías binarias de género. Han permanecido elementos de aquella cultura sexual tradicional ligada a dichas categorías y a la existencia de una especie de régimen de compensación en la distribución de las distintas modalidades de la dominación masculina (económico-intelectual/sexual-manual), a su vez motivo de conflictos en la esfera interpersonal. En su tesis de licenciatura, González (2001) afirma, por ejemplo, que los imaginarios de las minorías sexuales de la capital están constituidos por influencias y referencias "viriles y machistas", de "prototipos de masculinidad heterosexual o roles típicamente varoniles como el marinero, el soldado, el policía"; e "indicadores identitarios y eróticos de clase y raza." (2001:63). Según mi hipótesis, la confrontación actual entre dos modelos opuestos de categorización y definición de las identidades sexo-genéricas -y de roles domésticos y sexuales ligados a las mismas, que se asocia con un acceso gradual y progresivo al modelo dominante- implica, a su vez, el surgimiento de nuevos conflictos simbólicos y normativos entre los varones que tienen sexo con otros varones, que se expresan en la violencia homicida contra las minorías sexuales en la capital mexicana.


Los factores sociales de la violencia: la pobreza, las formas predominantes de socialización masculina y el ligue entre hombres.

Según evidencian Castro y Frías (2011) en su revisión reciente de la literatura mexicana sobre la violencia interpersonal, las violencias intrafamiliar y de pareja se condicionan recíprocamente debido a "la existencia de patrones específicos de socialización y transmisión de la violencia que hacen que ciertos individuos sean más proclives que otros a ejercer o sufrir violencia en esos ámbitos" (Castro & Frías, 2011:499). Según los autores, "vivir en barrios con altos índices de desempleo, pobreza y mujeres cabeza de familia" son factores socio-ambientales que predisponen al ejercicio de la violencia (2011:499). Por otra parte, se reportaron experiencias previas de abuso físico, psicológico o sexual por parte de quienes sufren -o hacen uso de- la violencia en la edad adulta (Valdez-Santiago et al., 2013:260). El recurso a la violencia física también varía con la clase social: la pobreza exacerba la predisposición a ejercerla y supone a la vez una mayor vulnerabilidad ante los abusos de autoridad, así como un menor acceso a los servicios de procuración de justicia y defensa de los derechos humanos. (CDHDF, 2008; CIDE, 2012).

Por otra parte, la socialización masculina se vincula íntimamente con la ingesta de alcohol y el uso de drogas: éstos facilitan las muestras de afecto entre varones y son centrales para conocer a otros pares y relacionarse sexualmente con ellos. La literatura apunta que la construcción de las identidades masculinas deriva en una mayor toma de riesgos, al ser asociada a la incorporación de esquemas, estereotipos y creencias que predisponen a los varones para ejercer la violencia (Ramírez, 2005), en especial, entre los más jóvenes (Valdez-Santiago et al., 2013:264). El consumo de alcohol y drogas trae consigo una mayor exposición a factores de riesgo para la salud; y, al fomentar comportamientos agresivos, aumenta la probabilidad de ejercer violencia verbal, psicológica o física (Rivas, 2004). Ahora bien, en el 32% de los casos de nuestra muestra se descubrieron botellas y vasos con alcohol en el lugar de los hechos; y/o el victimario se encontraba ebrio o drogado en el momento del crimen. Así pues, parte de la violencia homicida cometida contra las minorías sexuales en el Distrito Federal se vincula con las formas predominantes de socialización de los varones y los modelos de construcción de la identidad masculina, junto a la degradación de la salud física y mental que la exposición a dichos factores supone, al no medirse ni controlarse la fuerza corporal y sus consecuencias.

En el caso de las minorías sexuales, a estas circunstancias se suman algunos factores que representan la consecuencia indirecta del estigma y de la exclusión social. En efecto, la vulnerabilidad de las minorías sexuales se enraíza en el silenciamiento acerca de sus relaciones, deseos y prácticas sexo-afectivas, lo que a su vez deriva en la producción de una cultura sexual oculta y clandestina; unos modos de vinculación sexual centrados en comercios nocturnos (bares, discotecas) y lugares apartados (parques, terrenos baldíos, bosques, puentes, etc.) (Cartier, 2002; Boivin, 2014). Así pues, la necesidad de esconderse para relacionarse afectiva y sexualmente con otros hombres constituye un factor de riesgo de padecer violencia: en Canadá, Janoff (2005) evidencia que una proporción alta de las agresiones anti-gays es cometida en lugares públicos de ligue entre varones o en el domicilio de la víctima cercano a éstos. Igualmente, hemos visto en la primera parte de este trabajo que los homicidios contra minorías sexuales se concentran en zonas de ligue, de densidad comercial y trabajo sexual masculino.

Por último, las personas victimadas suelen vivir solas (en el 62 % de los casos); en general, mantienen lazos débiles con sus compañeros de trabajo, vecinos y familiares, debido a la discreción que suelen observar con el fin de evitar la estigmatización social. La soledad y el aislamiento son aprovechados por los agresores para penetrar en el domicilio, robar, agredir y matar a sus víctimas: "Lo saludábamos cuando lo encontrábamos en el elevador. Vivía solo en el departamento [...]. No sabemos más de él porque era muy reservado", señalan unos vecinos a El Universal ("Hallan estrangulado y golpeado a otro bailarín", 30 de enero de 1998) en el caso de un conocido artista del Instituto Nacional de Bellas Artes.

La inseguridad que conllevan las formas de socialización y encuentro sexual, por un lado; los modos de vida impuestos por el silencio y la discreción que imponen el estigma y la discriminación, por otro; propician entonces el abuso, el silencio, la falta de denuncia y, en definitiva, la impunidad de los crímenes cometidos contra minorías sexuales, hayan sido o no ejecutados en razón de la orientación sexual de la víctima. Estas condiciones engendran, así, más allá de la muerte, una violación del derecho a la procuración de justicia, tanto para las víctimas directas e indirectas, como para los victimarios, quienes suelen ser juzgados en base a los prejuicios homofóbicos presentes en el ámbito institucional.


El ámbito institucional: discriminación, tortura e impunidad.

La impunidad de los crímenes perpetrados contra minorías sexuales descansa en la ineficacia de los servicios de seguridad pública y de procuración de justicia, así como en la desconfianza de la ciudadanía hacia los mismos. Según la Encuesta Nacional sobre Inseguridad (ICESI, 2010), las víctimas no denuncian los delitos por considerarlo una pérdida de tiempo; por pensar que la denuncia es ineficaz; o por miedo a la extorsión y desconfianza. Las instituciones locales de seguridad obtienen los índices de credibilidad más bajos en todas las encuestas realizadas en estos últimos años (CIDE, 2012:23-25); situándose su nivel más bajo en el Distrito Federal. La violencia institucional se exacerba contra las personas en situación de vulnerabilidad: tanto en la última encuesta del Consejo para la Prevención y Reducción de la Discriminación (CONAPRED, 2010), como en estudios recientes (Colectivo Sol, 2012; CDHDF, 2013), es clara la alta participación de policías y agentes del Ministerio Público en las violaciones a los derechos humanos de minorías sexuales, que van desde la negación de servicio y la violencia verbal hasta la detención arbitraria, el abuso de la fuerza física y la violencia sexual. Las quejas presentadas por personas LGBT ante la CDHDF (2008; 2013), evidencian un patrón recurrente de represión policial, a la que las minorías sexuales se hallan sometidas por la vulnerabilidad que implica la exposición pública de una identidad sexual o de género estigmatizada.

En el centro de la ciudad de México, la CDHDF investigó, por ejemplo, hechos de explotación sexual de niños y adolescentes a finales de los 2000. Según describe el Informe de dicha Comisión,

... estos niños tienen edades que oscilan entre los diez y los veinte años, algunos de ellos viven en la Alameda y comenzaron a ser explotados desde los diez años de edad aproximadamente; además, fueron expulsados de sus hogares debido a su orientación o preferencia sexual y algunos de ellos han contraído infecciones de transmisión sexual (CDHDF, 2008:62).

Estos jóvenes "suelen hallarse a merced" de los policías y agentes del Ministerio Público quienes, incluso, "les exigen favores sexuales" para poder permanecer en el lugar o ejercer el trabajo sexual (CDHDF, 2008:62). En su Recomendación 14/2009, igualmente, se exponen las diversas violaciones de los derechos de la niñez ante la explotación sexual, la servidumbre y la discriminación, y hace mención a una serie de homicidios contra sexo-servidoras desde mediados de los años 2000, algunos de ellos directamente vinculados con la trata sexual de personas y la represión policíaca.

Parte de las víctimas torturadas de nuestra muestra, para las cuales no se identificó autor, podrían haber sido matadas por policías, constituyendo posiblemente ejecuciones extrajudiciales. En efecto, se reconocen algunos de los elementos que conforman el modus operandi de la tortura policíaca descrito por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). Según analiza dicha Comisión en la Recomendación 10-2005 sobre la práctica de tortura (CNDH, 2005), a partir de la información contenida en 2.166 quejas que fueron calificadas como actos de tortura ante aquélla, entre junio de 1990 y julio de 2004, se observa un patrón de actuación muy similar. Tras una detención arbitraria, a menudo equiparable a un secuestro (no existe ningún delito previo), aprovechando su vulnerabilidad, los servidores públicos conducen a las víctimas hasta lugares retirados para extorsionarlas, chantajearlas, torturarlas física y psicológicamente. En algunas ocasiones, acaban con su vida:

Entre los métodos de tortura denunciados ante esta Comisión Nacional se encuentran [los] traumatismos causados por golpes dados con las manos, los pies y objetos contundentes, así como golpes dados con tablas en los glúteos y en los oídos; asfixia o ahogamiento con métodos como aplicación de agua simple [...], así como la colocación de bolsas de plástico en la cabeza; descargas eléctricas en los testículos, el recto, los pies [...]; quemaduras con cigarrillos, fierros calientes y escapes de motor; [...] violencia sexual, [...] ataduras en los pies y exposición a sustancias químicas. (CNDH, 2005:2-3).

La probable participación de (ex)miembros de los servicios de seguridad pública y militar en la violencia homicida contra las minorías sexuales explica, tanto los fuertes índices de impunidad -y la escasa investigación de los casos más violentos-, como la brutalidad misma empleada en algunas de dichas ejecuciones. En algunos casos, han sido utilizadas técnicas enseñadas en el Ejército, tales como la llamada llave "mataleones", que sirve para inmovilizar a la víctima:

En un descuido de J.C. cuando estaba en la cama de la habitación, lo agarró por la espalda y le aplicó una llave de las que se conocen como "china", que consiste que el antebrazo izquierdo hace presión en la tráquea y la mano derecha presión en la nuca, de tal manera que provoca asfixia [...]. Adquirí conocimientos de este arte marcial en el Ejército."

declara, por ejemplo, Osiel Marroquín, alias El Sádico (Averiguación Previa COY3T3/2046/05-12, foja 18), quien en el año 2005, secuestró y mató, junto con otro ex militar, a varios jóvenes gays de la ciudad de México.

A la participación de los agentes policíacos en las ejecuciones, se suma la falta de investigación y el desinterés de las instituciones de procuración de justicia, así como su desconocimiento de las situaciones concretas experimentadas por las minorías sexuales en su vida cotidiana y sus relaciones. En las averiguaciones previas permean los tradicionales prejuicios homofóbicos que enfocan toda la atención de la investigación y del juicio en las prácticas e identidades sexuales de las víctimas: es común que la orientación sexual y el modo de vida de la víctima sean utilizados para descalificarla, legitimándose indirectamente la agresión (Del Collado, 2007). Al no castigar a los culpables, las instituciones engendran una mayor impunidad y alientan la repetición de los crímenes. En cuanto a los familiares y amigos, por temor al estigma y por miedo al escándalo y a las represalias, a menudo dejan que se archive el caso, cerrándose así el círculo de desprecio, olvido e injusticia.


De las características individuales a los factores interpersonales

En México, tradicionalmente, la violencia homicida ha sido entendida como una cuestión que involucraba únicamente las características individuales de las víctimas y de sus victimarios, desvinculándose dicha violencia de los factores culturales, sociales e institucionales que la propiciaban (Cisneros, 2001). Así, hasta recientemente, la investigación "procuraba conocer los motivos personales que habían llevado a la conducta desviada [...] y, cuando mucho, se procuraba entender las razones que habían llevado a fracasar los mecanismos de control social"; o "se apelaba a la psiquiatría" (Briceño-León, 2008:104). En relación a los homicidios contra minorías sexuales, el discurso militante ha subrayado el peso de la homofobia social; no obstante, al centrarse en el supuesto odio homofóbico como móvil, ofrece una explicación muy individualista de dichos asesinatos. Se menospreció la importancia de otros aspectos que marcan las relaciones interpersonales entre el homicida y la víctima, y se desatendió la naturaleza de dichos vínculos, los cuales, según ya constatamos, se caracterizan por grandes diferencias en términos de posición social, independencia económica y edades.

Asimismo, la información recabada sobre el móvil del homicidio permite constatar la mayor frecuencia del asalto, robo o secuestro respecto de los demás móviles de los asesinatos contra las minorías sexuales. El odio o prejuicio homofóbico, en cambio, ha sido registrado en meramente un 11% de los crímenes para los cuales se obtuvo información acerca del móvil, mientras que los problemas de convivencia (riñas y venganzas personales, junto con las discusiones de pareja), motivan el 17% de los homicidios. Con frecuencia, las relaciones entre la víctima y el/los victimario(s) están mediadas por el dinero: el 6% de los homicidas identificados era(n) empleado(s) de la víctima, lo cual representa un 4% de los homicidios; en otro 10% de los casos, éstos ejercían de forma profesional u ocasional un servicio de acompañamiento sexual o afectivo para aquélla. En otro 5% de los casos, el victimario mantenía una relación sexo-afectiva con la víctima, en condiciones de desigualdad y de dependencia económica. Con frecuencia, la violencia física surge como consecuencia de conflictos y desequilibrios en el orden económico: la víctima se negó a seguir solventando los gastos o las deudas de su pareja, o a pagar la cantidad solicitada por el sexo-servidor. Además, según ya mencionamos, el robo es frecuente en los homicidios contra las minorías sexuales.


La desigualdad socioeconómica implica además la confrontación de distintas formas de construir -y definir- la identidad sexual y de género de los varones que participan en encuentros con personas del mismo sexo, vinculados a su vez a posibilidades graduales de expresión pública de la diferencia sexual. Los varones de clases trabajadoras, más frecuentemente rechazados por sus familias y comunidades de origen, según la última encuesta de CONAPRED (2010), prefieren, en general, ocultar sus gustos y relaciones sexo-afectivas con personas del mismo sexo. Estas diferencias en cuanto a edades y posiciones socio-económicas también propician distintas formas de coacción y coerción sexual entre varones mayores acomodados y jóvenes en situación de precariedad. Estos últimos, con una educación sexual deficiente, son más propensos a malinterpretar los scripts del encuentro sexo-afectivo y a padecer la coacción sexual de los mayores. Ésta consiste en un "tipo de presión física o emocional ejercida por una persona para imponer a otra actos de orden sexual en el contexto de un encuentro", por medio de estrategias físicas, psicológicas o económicas, con el objetivo de mantener relaciones sexuales con la víctima. (Saldívar, Ramos & Romero, 2008).

Según vimos, un tercio de los victimarios son jóvenes de clases desfavorecidas, quienes -podemos suponer a partir de la información disponible- provienen de familias y entornos más homofóbicos, en los cuales tienen que pagar un precio más alto para expresar sus gustos y visibilizar su orientación sexual, incluido, entre otras formas de violencia doméstica, el abandono familiar. Éstos jóvenes se hallan por tanto más propensos, también, a reproducir dicha violencia en sus relaciones interpersonales y menos informados para experimentar libremente su identidad sexual; mientras que la precariedad laboral y económica alimenta su frustración y acrecienta sus sentimientos de injusticia social. Según los resultados obtenidos acerca del móvil del crimen (Tabla 7), en el 17% de los casos para los cuales tenemos información acerca del móvil del crimen, el victimario sostuvo que había sido acosado, abusado o violado sexualmente por la víctima. Varios de estos homicidas vivían en situación de calle desde la niñez, o habían padecido violencia psicológica y maltratos físicos en su infancia, a los cuales a menudo se suman los abusos de autoridad y las agresiones sexuales, de adultos gays y policías, según se ha documentado en varios informes y recomendaciones de la CDHDF (2008; 2009) acerca de las violaciones a los derechos humanos de las minorías sexuales y de la trata de personas. En la Recomendación 14/2009, dicha Comisión relataba por ejemplo que:

El hecho de que con cierta cotidianeidad se cometan homicidios en contra de las personas que se dedican a la prostitución [en la zona de Buenavista y Colonia Guerrero], no solamente es violento para las víctimas, sino para toda la comunidad, dando un mensaje sumamente dañino a la infancia. En ese sentido, se trata, más bien, de reconocer que la convivencia cotidiana de niñas, niños y adolescentes con estas problemáticas comporta riesgos inmediatos y de largo plazo para su integridad física y psicológica: inmediatos porque quedan expuestos a la violencia que tiene lugar con motivo del comercio sexual [...]; [y a largo plazo] la exposición continua a la violencia tiene efectos normalizadores respecto de la misma, e incluso facilita la introyección de patrones violentos en las relaciones sociales. (CDHDF, 2009:36).

Si bien el argumento de la legítima defensa ante dichas supuestas violencias sexuales se utiliza para disminuir la sentencia -y podría ser un indicador de los prejuicios del homicida- su recurrencia nos obliga a reconocer la importancia de la coerción sexual en los vínculos entre varones cuando existe una relación marcada por la desigualdad socio-económica, las diferencias de edad y las distintas expectativas de los actores con respecto a la relación -sentimental o sexual- misma. Por ejemplo, en el caso de J. A., profesional de 58 años, asesinado en su domicilio de la Colonia Nápoles, quien mantenía una relación de noviazgo con un joven de 20 años, en la cual "el hoy occiso tenía el control respecto de lo económico". El supuesto responsable, conocido por la víctima a través de una página Internet, pretendía ganar un dinero para visitar a su novia, acostándose con la víctima. Una vez en el departamento de la víctima, "se arrepintió" y rechazó sus acercamientos sexuales. Entonces forcejea con ésta para evitar ser penetrado: "ya no quería nada, a lo que J. le dijo que para qué había ido entonces [...]. Viendo en ese momento que J. lo agarra del brazo y le dice "Ahora te quedas" [...]. J. ya no se movía, por lo que así se le quitó de encima y J. ya no se movía. (Averiguación previa BJ/BJ1/ T3/1444/10-37).

Como mencionáramos antes, los varones en situación de pobreza y de calle, al mismo tiempo que son más propensos a silenciar y esconder sus prácticas homoeróticas, son llevados a mantener relaciones sexuales con varones por obligación y por necesidad. La experiencia previa de discriminación y violencia homofóbica, más frecuente entre dichas poblaciones, implicaría entonces el uso de la violencia para proteger el secreto acerca de sus relaciones sexuales con otros varones. En este sentido, algunos casos ponen de manifiesto que víctimas y victimarios pueden ser, a la vez, actores y agentes de una violencia de género, sexual y social previa. En estos casos, el uso de la fuerza física que conduce a matar a un varón gay asumido, social y económicamente exitoso, puede constituir una reacción ante la injusticia social y la violencia simbólica padecidas. La declaración ante los periodistas de "El Sombra" -acusado de robo y homicidio calificado contra un ciudadano estadounidense en un hotel de las cercanías de la Alameda Central- hace palpables los vínculos entre las formas de construcción de la identidad masculina en aquellos contextos violentos, y la reproducción, por los mismos agentes que han padecido la violencia sexual, social e institucional, de dicha violencia hacia los varones gays y bisexuales:

Al chile: violó al chamaquito de 16 años. El morro me pidió el paro. El morro tiene sida, nadie le defendió. [...]. Tengo 20 años [...]. Le puse unos vergazos y se desmayó. El morro es de la calle. [...]. El morro me dice: "me acaba de violar el ojete y se metió al bar donde estás tú. [...]. A mí me lo quisieron hacer a los ocho años, pero no me dejé. En el reclusorio, igual, no me dejé" (Ríos, 2011).


Algunas conclusiones

Al igual que para los feminicidios, la violencia homicida contra las minorías sexuales puede comprenderse "como el efecto de cierto cambio en las estructuras sociales que conlleva al desajuste del ambiente de acción en el que normalmente desarrollan su vida los individuos y grupos sociales" (Arteaga & Figueroa, 2010:10). Los homicidios perpetrados contra minorías sexuales en la capital mexicana no se pueden entender -ni ser prevenidos y atendidos- mediante el concepto de "crimen de odio por homofobia", al ser éste poco apropiado para comprender, en su complejidad, los factores y contextos que los determinan. Si bien una parte de los homicidios cometidos entre 1995 y 2013 en la ciudad de México han sido directamente motivados por la intolerancia hacia la orientación sexual de la víctima, es principalmente de forma indirecta que actúa la estigmatización de las personas sexo-servidoras y la discriminación de las minorías sexuales.

Tanto los móviles como las circunstancias de estos crímenes reflejan un contexto general de incremento de la desigualdad social y del consiguiente aumento de la violencia socio-urbana, lo que afecta principalmente a las poblaciones vulnerables: a las más pobres, a las travestis y transexuales, a los gays más asumidos y visibles; y a quienes han padecido la homofobia de sus entornos familiares de origen, y no tienen los recursos sociales para contrarrestar la violencia -social y emocional- experimentada. Según pudimos comprobar, parte de los homicidios contra las minorías sexuales están asociados con las formas masculinas de socialización y de construcción del deseo homoerótico, fundadas en modalidades de regulación y compensación de la dominación sexual, de género o económica, en un contexto en el que el manejo del secreto acerca de los deseos y las prácticas sexuales minoritarias varía, según las posibilidades económicas y el origen o entorno social de los individuos.

Por lo tanto, indirectamente, el estigma y la discriminación -así como el miedo a exponer públicamente deseos y gustos sexuales minoritarios- generan condiciones de riesgo y vulnerabilidad, para la salud y la vida de los varones, al propiciar o incentivar conflictos en la dimensión interpersonal. En este sentido, los homicidios contra las minorías sexuales tienen como trasfondo una serie de factores institucionales, estructurales y sociales, que dotan de características propias a este tipo de crímenes. El estigma y la discriminación hacia minorías sexuales conllevan una mayor separación de la vida sexual de éstas respecto de los demás campos de su existencia social, lo que incide a su vez en la adopción de estrategias de ocultamiento y de formas de socialización en circunstancias inseguras; así como la legitimación y reproducción de la violencia en la esfera íntima.

La violencia homicida contra las minorías sexuales a menudo se enraíza en los conflictos, en términos de posición social, poder económico, capital de masculinidad, que surgen entre los individuos que mantienen relaciones sexo-afectivas con personas del mismo sexo; o en desequilibrios que atañen a la distribución de los roles sexuales dentro de la pareja homosexual. Estos crímenes contra las minorías sexuales antes fueron propiciados por una serie de agresiones verbales y físicas que conducen a los individuos a padecer, aceptar y reproducir la violencia, en el ámbito doméstico e interpersonal. Los datos analizados nos permiten constatar que la violencia homicida contra las minorías sexuales no está aislada de otros factores de índole socio-económica y cultural, sobre los cuales es necesario actuar para disminuir los comportamientos de riesgo para su salud y su vida.

Finalmente, es importante reconocer la función de reproducción cumplida por las instituciones de seguridad pública y justicia, por medio de prácticas discriminatorias que alientan la impunidad de los crímenes contra minorías sexuales, perpetuando así un sistema social basado en jerarquías y desigualdades sociales y de género. Muchos de estos crímenes son la expresión de la violencia social padecida por los victimarios, más que el producto del prejuicio homofóbico de éstos. El término "crimen de odio por homofobia", cuando se aplica sin tomar en consideración los antecedentes de violencia padecida por el victimario, ni los aspectos sociales que condicionan aquellos actos criminales, no hace sino desdoblar la injusticia social. Es urgente volver hacia los actores y sus vivencias, para atender las distintas formas en las cuales la violencia homofóbica y machista se construye, reproduce y recrea, tanto en la familia como en las relaciones interpersonales entre minorías sexuales, y entre éstas, las instituciones públicas, y el conjunto de la sociedad.


“El Sádico”, el asesino serial de hombres homosexuales que sacudió a la Ciudad de México.

Los ahorcaba con sus propias manos o les quitaba el aliento con una bolsa de plástico. Después, metía los cadáveres en maletas y las abandonaba en las avenidas de la capital del país.

La homofobia mata. En el año 2005, una serie de homicidios sacudió a la Ciudad de México. Los crímenes eran característicos por la orientación sexual de las víctimas: todos eran homosexuales. La prensa bautizó al autor como El Asesino del Arcoíris o, como mejor se le conoce, El Sádico, por su excesiva violencia.

Policías capitalinos lo tuvieron que perseguir durante meses hasta identificarlo: Raúl Osiel Marroquín Reyes.


Por su parte, agentes de la entonces Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal catalogaron los crímenes de odio por homofobia: se convirtió claro, desde el principio, que el asesino odiaba a los homosexuales.

Mataba a sus víctimas lentamente asfixiándolas. Las ahorcaba con sus propias manos o les quitaba el aliento con una bolsa de plástico. Después, metía los cadáveres en maletas y las abandonaba en las avenidas de la Ciudad de México.


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“El Sádico”, el asesino serial de hombres homosexuales que sacudió a la Ciudad de México
Los ahorcaba con sus propias manos o les quitaba el aliento con una bolsa de plástico. Después, metía los cadáveres en maletas y las abandonaba en las avenidas de la capital del país
Por
Pablo Roa
21 de Febrero de 2021
La prensa bautizó al autor como "El Asesino del Arcoíris" o, como mejor se le conoce, "El Sádico", por su excesiva violencia (Foto: Jovani Pérez/Infobae)
La prensa bautizó al autor como "El Asesino del Arcoíris" o, como mejor se le conoce, "El Sádico", por su excesiva violencia (Foto: Jovani Pérez/Infobae)
La homofobia mata. En el año 2005, una serie de homicidios sacudió a la Ciudad de México. Los crímenes eran característicos por la orientación sexual de las víctimas: todos eran homosexuales. La prensa bautizó al autor como El Asesino del Arcoíris o, como mejor se le conoce, El Sádico, por su excesiva violencia.

Policías capitalinos lo tuvieron que perseguir durante meses hasta identificarlo: Raúl Osiel Marroquín Reyes.


Por su parte, agentes de la entonces Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal catalogaron los crímenes de odio por homofobia: se convirtió claro, desde el principio, que el asesino odiaba a los homosexuales.

Mataba a sus víctimas lentamente asfixiándolas. Las ahorcaba con sus propias manos o les quitaba el aliento con una bolsa de plástico. Después, metía los cadáveres en maletas y las abandonaba en las avenidas de la Ciudad de México.

Marroquín y sus crímenes tienen características homoeróticas, sin embargo, él afirma no ser homosexual (Foto: EFE)
Marroquín y sus crímenes tienen características homoeróticas, sin embargo, él afirma no ser homosexual (Foto: EFE)
El Sádico fue capturado el 23 de enero del 2006, pero no fue fácil ni rápido. Los medios de comunicación ejercieron presión contra las autoridades por el miedo que el sujeto, aún desconocido, propagaba en la capital. Específicamente después de que se encontraron los cuerpos de dos hombres, en maletas, en la colonia Asturias y en la estación del Metro Chabacano.

Marroquín y sus crímenes tienen características homoeróticas, sin embargo, él afirma no ser homosexual. Su psicopatía o sociopatía (su falta de empatía y culpa y nunca aceptó responsabilidad por sus actos) contiene un odio y violencia que dirige hacia esta minoría. Narcisista, él pensaba que le estaba haciendo un favor a la sociedad al asesinar a estos hombres.

Genaro García Luna, titular de la entonces Agencia Federal de Investigación (AFI), comunicó el 26 de enero a toda la población sobre el arresto de Raúl Osiel Marroquín Reyes, el asesino de cuatro personas homosexuales y autor de por lo menos seis secuestros.

Algunos medios afirmaron que El Sádico era una persona con una homosexualidad reprimida. Lo que sí se sabe es que nació el 1 de septiembre de 1980 en Tampico, en la entidad federativa de Tamaulipas, y que abandonó el Ejército mexicano, donde tenía registros por distintos delitos, como robo con violencia. Por este último delito presuntamente pasó 14 meses en prisión.


Fernando del Collado, autor del libro Homofobia: odio, crimen, y justicia 1995-2005, señaló que sus padres se llaman Roberto Marroquín y Gloria Reyes. El Sádico fue miembro del Ejército durante cuatro años hasta llegar al rango de sargento.

El 21 de enero de 1999 ingresó como soldado al 15 Batallón de Infantería de Tampico. Según del Collado, Marroquín quería avanzar como militar y estudiar medicina, pero la falta de recursos económicos lo obligaron a renunciar. En mayo del 2004 fue dado de baja del Ejército.

La AFI fue la responsable de interrogarlo. Ahí confesó que ultimaba a sus víctimas ahorcándolas con bolsas de plástico, lentamente, y después con sus manos.

No era todo: El Asesino del Arcoíris abordaba a los hombres en bares de la Zona Rosa, en el centro de la capital, para después indagar si sus familiares podían pagar un plagio. Si resultaba, el plan continuaba al secuestro. Era auxiliado por otro sujeto: Juan Enrique Madrid Manuel. No se sabe cómo se conocieron ni cómo decidieron empezar a secuestrar y matar.


De acuerdo con sus testimonios, escogió a hombres homosexuales porque eran más fáciles de “atrapar” y “enganchar”. Dejaba que sus víctimas se acercaran a él. “Me presentaba como Carlos. No los escogía, ellos solos se presentaban”, relató él mismo.

Simplemente los preferí por no batallar en operaciones que implicaran armas y vehículos, pues sólo fui a los lugares que frecuentaban y ellos solos me abordaban, se me hacía más fácil tratar a esas víctimas
Llevaba a sus víctimas a un motel o a su domicilio, localizado en el número 4223 de la Avenida Andrés Molina Enríquez, en la colonia Asturias de la alcaldía Venustiano Carranza, y ahí las cuestionaba para saber si tenían los recursos para pagar por su liberación.

Después, cobraba el rescate, las asesinaba, y abandonaba sus cadáveres con signos de tortura dentro de maletas en distintas calles de la ciudad.

“Entablaba amistad y ya ganada su confianza los invitaba a un hotel, ahí determinaba si contaban con recursos económicos, si no los tenían eran liberados. Los que disponían de recursos económicos eran llevados con engaños a su departamento para someterlos, ultrajarlos y finalmente asesinarlos (...)


“Sus cautiverios duraban entre cinco y siete días en el departamento que se usaba como casa de seguridad, donde además los torturaba para posteriormente ahorcarlos con una soga hasta privarlos de su vida”, declaró Genaro García Luna en conferencia de prensa el 26 de enero del 2006.

Los dos secuestradores exigían entre 15 mil y 120 mil pesos por las víctimas, reveló el ex titular de la AFI.

Una de las citas que mejor se conocen de El Sádico es cuando afirmó que al asesinar no sentía remordimiento porque le estaba haciendo un “bien a la sociedad, pues esa gente (refiriéndose a las personas homosexuales) hacen que se malee la infancia”.

“Me deshice de homosexuales que, de alguna manera, afectan a la sociedad. Digo, se sube uno al Metro y se van besuqueando, voy por la calle y me chiflan, me hablan”, dijo.

A los investigadores de la AFI confesó que una de sus víctimas “era portador de VIH y, de cierta manera, evité la propagación del virus”.

Lo volvería a hacer, sólo que sería más cuidadoso para no ser atrapado y no cometer los mismos errores. De lo único que me arrepiento es de lo que está pasando mi familia ahora
Raúl Osiel Marroquín Reyes fue condenado a 280 años de prisión en el 2010. En total se le conocen y se le condenó por cuatro homicidios. No obstante, autoridades y medios sospechan que el número de crímenes puede ser más alto.

“El patrón de conducta de quien empezó siendo un secuestrador y después un asesino serial se identificó con la utilización de cinchos de plástico blanco para sujetar las manos y pies, y la colocación para cada víctima de un cinto negro en el cuello”, dijo García Luna.

A una de ellas le arrancó la piel de la frente con una navaja y dibujó un pentagrama invertido, un símbolo satánico.

El titular de la AFI señaló que entre sus pertenencias, cuando fue arrestado, se encontraron las credenciales del Instituto Federal Electoral de sus víctimas, las cuales conservaba como trofeos.

Secuestró a su primera víctima, identificada como Jonathan Razo Ayala, estudiante de 20 años de edad. Su cadáver se encontró el día 27 de octubre y fue abandonado en el Metro Chabacano después de haber exigido un rescate de 50 mil pesos a sus familiares.

Las investigaciones de la SIEDO (Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada) y la AFI comenzaron el 30 de noviembre del 2005, cuando se denunció el secuestro de un empleado de una televisora en la capital del país.

Aunque su familia solamente pagó el rescate de 28 mil pesos de los 120 mil que se pedía, Ricardo López Hernández fue asesinado el 9 de diciembre después de estar privado de su libertad por nueve días. Su cuerpo sin vida fue hallado en las inmediaciones del Metro Chabacano. “Harto de los lloriqueos y quejidos”, contó El Sádico.


Armando Rivas Pérez y Víctor Ángel Iván Balderas fueron sus dos últimas víctimas conocidas. Por este último pidió un rescate de 8 mil 300 pesos. Ambos de 25 años de edad, fueron plagiados los días 17 y 20 de diciembre del año 2005.

Sus cuerpos fueron encontrados el 23 de diciembre dentro de una maleta en las calles de Andrés Molina Enríquez, en la colonia Asturias.

“Un empleado de una televisora, que ya señalábamos; un estudiante de 20 años de edad, cuyo cadáver se encontró el día 27 de octubre y fue abandonado en el Metro Chabacano; un empleado también joven de 28 años de edad, al cual conoció en un restaurante en el perímetro de la Zona Rosa y quien fue abandonado maniatado de pies y manos en las calles de Amazonas; dos empleados jóvenes cuyos cuerpos fueron encontrados en torno a la colonia Asturias y un empleado de restaurante el cual secuestró y posteriormente fue liberado en torno al metro La Viga”, confirmó García Luna.


Durante la detención de Raúl Osiel Marroquín le fueron aseguradas tres tarjetas bancarias, donde realizaba la operación para el pago de rescate, un teléfono celular, y las identificaciones de sus víctimas.

Nunca he pensado en las víctimas y sus familias. No había odio contra ellos por ser homosexuales, no había traumas, tuve una niñez normal, nunca me violaron ni me golpearon. Un asesino entre nosotros

El Sádico cumple su sentencia en la Penitenciaría del Distrito Federal, en la colonia Santa Martha Acatitla, a donde fue trasladado en el 2010 después de estar preso en el Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, en Iztapalapa.

Su cómplice, identificado como Juan Enrique Madrid Manuel, nunca fue capturado. Estuvo en la lista de los más buscados de la entonces Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal por los delitos de secuestro y homicidio.






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