“El crimen como performance: Asesinos seriales que matan para ser vistos”
”¿Y si el asesino no buscaba matar, sino que lo miraran? ¿Y si el crimen no era un acto oculto… sino un espectáculo diseñado para el público?”
Una escena grabada, editada y publicada. Una carta enviada con símbolos. Una máscara frente a la cámara. Detrás del cuchillo, no siempre hay un monstruo: a veces, hay un director. Un performer. Un narcisista con hambre de audiencia.
Autor: Por Francisco Javier Rivero Sánchez, experto en Investigación Criminal Mexicano.
Afiliación: Experto en Criminología y Psicología Criminal
Fecha: 09 de abril de 2025.
“El crimen como performance: Asesinos seriales que matan para ser vistos”
Bloque 1: La mirada que mata — Introducción narrativa y marco teórico
“No quería matarlo… quería que lo vieran morir.”
Esa frase no surgió en el juicio. No está en ninguna declaración oficial. Pero vibra, insidiosa, en el subtexto de cada video, cada carta, cada escena meticulosamente construida por asesinos que no matan por impulso… sino por guion. El arma ya no es sólo una herramienta para quitar la vida: es un accesorio escénico. Y la escena del crimen, un set de filmación.
Desde que Luka Magnotta encendió su cámara, colocó al gato como preludio, y editó su crimen con una banda sonora pop, algo cambió en la estructura del horror: el asesino se convirtió en artista del mal, y su audiencia, en consumidores activos de esa estética perversa. Él no solo quería asesinar… quería ser visto. Quería ser recordado. Quería ser viral.
No era el primero. El Asesino del Zodíaco, décadas antes, también jugaba con el reflector. Enviaba cartas codificadas a los periódicos, exigía espacio en primera plana, firmaba con un símbolo propio. No mataba por matar… mataba para dejar una huella. Una firma. Una marca. La identidad no era algo que ocultaba, era algo que construía.
Y así, llegamos a la nueva generación de criminales del espectáculo, donde la frontera entre crimen y performance se diluye. Sicarios adolescentes que transmiten ejecuciones por TikTok. Asesinos que editan sus crímenes como videoclips. Delincuentes que posan con cuerpos como si fueran trofeos de Instagram. El crimen ya no solo se comete… se produce, se graba, se viraliza.
Marco Teórico y Conceptual
1. Criminología simbólica: el crimen como lenguaje
La criminología simbólica, como expone Jeffrey Ferrell (1997), sostiene que muchos actos delictivos —especialmente los más violentos o mediáticos— no son meramente funcionales, sino que comunican. Matan para enviar un mensaje. Para afirmarse en el mundo. Para imponer presencia. En este contexto, el crimen deja de ser un acto aislado y se convierte en un acto de expresión, con códigos, audiencia y un significado que trasciende la víctima.
2. Psicología del narcisismo: la búsqueda de identidad a través del espectáculo
Desde el enfoque psicoanalítico y clínico (Millon, 2011), el trastorno narcisista de la personalidad se manifiesta como una necesidad constante de admiración, protagonismo y validación externa. Cuando este patrón se une con tendencias antisociales o psicopáticas, se puede construir un tipo de criminal que no sólo mata, sino que se enmarca en su crimen, se glorifica a través de él. El homicidio es un espejo donde busca verse inmortal.
3. Cultura mediática y tecnología: la cámara como cómplice
Vivimos en una sociedad donde la imagen es moneda. Las redes sociales premian la espectacularidad, y los algoritmos amplifican lo extremo. En este ecosistema, el crimen violento encuentra un nuevo vehículo: la viralidad. Como plantean Baudrillard (1995) y Guy Debord (1967), la realidad ha sido sustituida por una representación. Ya no se asesina en privado: se produce una obra macabra para las masas.
4. Criminalística y escena del crimen: la escenografía del horror
En estos casos, el análisis criminalístico debe ir más allá de la recolección de evidencias: debe leer la escena como si fuera una puesta en escena. Posición del cuerpo, elementos rituales, grabaciones, símbolos o cartas. No todo se deja por error: algunos rastros se dejan a propósito. Es el crimen convertido en mensaje, y la escena del crimen, en un acto simbólico que busca al espectador.
Bloque 2: El asesino como director – Casos emblemáticos del crimen-performance
Luka Magnotta: El reality show del crimen
¿Sabías que el video del crimen de Luka Magnotta fue editado con música de fondo y efectos visuales antes de ser subido a internet? No fue un arrebato: fue una producción.
En 2012, Magnotta asesinó a Lin Jun, estudiante chino, en su departamento de Montreal. Pero lo más perturbador no fue el crimen en sí, sino cómo lo presentó al mundo. Filmó cada etapa del asesinato. Lo tituló “1 Lunatic 1 Ice Pick”. Lo subió a foros como si se tratara de un nuevo capítulo de una serie. Editó el crimen como quien monta un tráiler de película.
Antes del crimen, ya se había obsesionado con su imagen. Subía cientos de selfies. Creaba perfiles falsos que lo elogiaban. Se inventaba fama y escándalos. No quería pasar a la historia como asesino, sino como estrella. Y en su mente distorsionada, lo logró.
Este caso, analizado por expertos como Dr. Peter Vronsky (2013), revela un perfil profundamente narcisista con rasgos psicopáticos: necesidad de validación extrema, desprecio por el sufrimiento ajeno, y un deseo patológico de control sobre cómo será recordado.
“No fue un crimen impulsivo. Fue una obra de teatro sangrienta, montada para ser vista.”
— Dra. Sharon Packer, psiquiatra forense
El Asesino del Zodíaco: El enigma como escenario
Décadas antes del internet, ya existía un asesino que comprendía el poder del símbolo: el Zodíaco. Mataba, sí… pero lo que lo hacía distinto era cómo se aseguraba de ser parte de la conversación pública.
Entre 1968 y 1974, el Zodíaco asesinó (al menos oficialmente) a cinco personas en California. Pero más que eso, secuestró a los medios. Enviaba cartas, cifradas, desafiantes. Llamaba a los periódicos, firmaba con su propio símbolo, exigía ser publicado. Se diseñó una identidad que trascendía sus crímenes.
No buscaba solo causar dolor. Quería ser leyenda. Su comunicación estaba plagada de juegos mentales, referencias culturales y amenazas performáticas. Como señala el criminólogo Robert Graysmith (1986), “el Zodíaco quería que la gente hablara de él, más allá del horror: quería dejar un legado en forma de misterio.”
Muchos expertos creen que su deseo de ser visto fue lo que lo mantuvo activo y libre: su fama era su escudo. El miedo colectivo que generaba, su mayor placer.
El crimen en la era de las redes sociales: el narco como influencer del terror
En México, el crimen organizado ha llevado esta lógica del performance a otro nivel: el narco ya no solo mata, sino que comunica su poder con escenografías de horror. Narcomensajes, videos de ejecuciones, cuerpos colgados con pancartas, transmisiones en vivo.
Pero más escalofriante aún: sicarios adolescentes, reclutados por carteles, que filman sus actos como si fueran contenido para YouTube. Usan filtros, hashtags, música de fondo. Algunos incluso tienen cuentas activas en TikTok donde exhiben armas, dinero y amenazas.
“El narco ya no sólo infunde miedo… crea una estética del terror. Y esa estética, en redes, se vuelve viral.”
— Dra. Gabriela Ramos, antropóloga criminal
Lo que estamos viendo aquí no es sólo violencia: es teatro del poder, una puesta en escena ritual que convierte a los asesinos en personajes, y a la muerte… en espectáculo.
• ¿Sabías que el video de Luka Magnotta fue descargado más de 100,000 veces en menos de 24 horas… antes de ser retirado por las autoridades?
• ¿Sabías que el Asesino del Zodíaco diseñó su propio logo y exigía ser nombrado en los periódicos para no matar más?
• ¿Sabías que algunos videos del narco en TikTok superan el millón de vistas, convirtiendo el crimen en una especie de videoclip violento disfrazado de contenido?
Bloque 3: Narcisismo letal – Psicología del asesino como performer
“No quiero que me olviden. Quiero que digan mi nombre.”
— Luka Magnotta, durante su interrogatorio
1. Psicología del narcisismo: cuando el ego pide sangre
Desde la mirada clínica, el trastorno narcisista de la personalidad no es solamente vanidad. Es un vacío. Una herida estructural que pide atención desesperada. Según el DSM-5, los individuos narcisistas presentan:
• Sentido grandioso de autoimportancia
• Fantasías de éxito ilimitado, belleza, poder o amor ideal
• Necesidad excesiva de admiración
• Falta de empatía
Cuando este perfil se mezcla con rasgos antisociales o psicopáticos —como en Magnotta o incluso Ted Bundy—, el resultado es devastador: no solo matan… crean una narrativa para sentirse eternos.
“El crimen es su espejo. Y en ese reflejo, quieren ver un dios, no un monstruo.”
— Dr. Craig Neumann, experto en narcisismo criminal
El homicidio deja de ser impulsivo. Se vuelve una herramienta para construir una imagen: la del asesino inteligente, poderoso, distinto. La fama, entonces, es más importante que el motivo. El acto sangriento es solo un medio para lograr visibilidad.
2. La construcción de la identidad criminal: máscaras para ser visto
Desde la antropología del crimen, la máscara asesina no oculta, revela. El Zodíaco no firmaba como anónimo, sino como entidad. Luka no se escondía: producía. Dahmer no negaba sus actos: los reconstruía para entender su “verdadera forma”.
Estos asesinos crean una identidad simbólica, muchas veces más fuerte que la real. Se firman. Se graban. Se nombran. El crimen no los desintegra… los consolida.
Este fenómeno encaja con la teoría de Goffman (1959), quien describía la vida social como una representación constante. Pero aquí, la “puesta en escena” se lleva al extremo: el asesinato como un acto escénico que satisface el deseo de reconocimiento.
3. La audiencia como cómplice involuntario
Aquí es donde entra la criminología simbólica: sin audiencia, el performance pierde sentido. El asesino necesita al espectador. Luka necesitaba clics. El Zodíaco necesitaba titulares. Los narcos necesitan que el video se comparta.
“Un asesino que graba su crimen y no lo sube… ¿realmente lo cometió?”
— Reflexión de campo, entrevista con un adolescente reclutado por el CJNG
Estamos ante un fenómeno donde la viralidad sustituye al móvil tradicional. Matar ya no es solo por placer o poder: es por visibilidad. Porque en el algoritmo moderno, lo más terrible… también es lo más visto.
4. Patologías presentes en estos perfiles: un enfoque psiquiátrico
Estudios forenses revelan que muchos de estos criminales comparten un perfil clínico combinado:
• Trastorno narcisista de la personalidad
• Trastorno antisocial de la personalidad
• Rasgos psicopáticos (según la PCL-R de Hare)
• Posibles comorbilidades con trastornos histriónicos o de identidad disociativa
No todos presentan delirios. Algunos son extremadamente lúcidos. Pero en todos hay un patrón común: la necesidad de crear una versión magnificada de sí mismos… incluso si para eso deben asesinar frente a la cámara.
• ¿Sabías que la mayoría de asesinos seriales que se graban a sí mismos muestran conductas de “autodirección” durante el crimen, como si supieran que están actuando para una audiencia?
• ¿Sabías que varios de estos criminales consumen compulsivamente noticias sobre ellos mismos y se alimentan del pánico que provocan?
• ¿Sabías que algunos asesinos contemporáneos modifican la escena del crimen para que “se vea bien” en video? Como si el horror necesitara estética.
Bloque 4: El crimen viral – Cultura digital, medios y la estética del horror
“Si no lo graban, no pasó. Si no se vuelve viral, no importa.”
— Extracto real de conversación entre dos adolescentes detenidos por homicidio en Zacatecas (2023)
1. El algoritmo como acelerador de la violencia
En la era digital, el crimen ha encontrado un nuevo escenario: la red social. Pero no cualquier red… sino aquella que premia lo visual, lo extremo, lo rápido. TikTok, Instagram Reels, Facebook Live. El crimen ya no se comete en silencio. Se transmite. Se graba. Se edita. Se etiqueta.
La lógica algorítmica es sencilla: lo que impacta, se multiplica. Y el horror, por crudo que parezca, engancha. El asesino lo sabe. Por eso posiciona bien la cámara. Por eso añade música. Por eso se convierte en personaje.
Ejemplo viral:
• Un video de un joven sicario disparando al aire con reggaetón de fondo alcanzó 2.3 millones de vistas en menos de 48 horas.
• El mismo adolescente fue detenido días después por un homicidio. El arma… era la misma del video. Se entregó al mundo antes que a la justicia.
2. Medios tradicionales: la construcción del “monstruo deseado”
Antes del algoritmo, ya teníamos al asesino mediático. Los periódicos, noticieros y revistas ayudaron a construir figuras como Jack el Destripador, el Zodíaco o Charles Manson como si fueran mitos modernos. Y lo más irónico: esa fama era parte de su estrategia.
Los medios compiten por atención, titulares y rating. El asesino, también.
Ambos se necesitan. Se retroalimentan. El crimen se convierte en contenido.
“Cada vez que aparezco en la tele, soy más real.”
— Richard Ramirez, “El acosador nocturno”
Los reportajes sensacionalistas amplifican el efecto. Las imágenes sangrientas venden. Las historias criminales obsesionan. Y en ese torbellino, el criminal obtiene lo que buscaba: ser parte del imaginario colectivo.
3. La estética del horror: cuando la sangre se vuelve estilo
Aquí entra el concepto más perturbador: el crimen con estética.
Los asesinos modernos no solo matan: diseñan.
• Escenas con posiciones específicas del cadáver
• Objetos colocados como símbolos
• Vestimenta elegida con intención
• Música añadida a los videos
• Colorimetría, iluminación, encuadres
Todo esto no es casualidad. Es forma. Es lenguaje. Es arte macabro.
“Estamos frente a una generación que no quiere ocultar el crimen… quiere dirigirlo como una película.”
— Dr. Luis Del Rincón, criminólogo visual
Incluso han surgido tendencias de culto: perfiles que replican la estética de asesinos, fanáticos que editan “fan-arts” de criminales, filtros que simulan escenas del crimen. El horror dejó de ser tabú… se volvió fashion.
4. Plataformas digitales: ¿cómplices o víctimas?
TikTok, Facebook, YouTube… todas han sido utilizadas para difundir contenido violento. Y aunque implementan filtros y moderación, el contenido vuelve una y otra vez. A veces editado. A veces escondido en hashtags ambiguos.
Y la gran pregunta emerge:
¿Son estas plataformas responsables cuando el crimen se vuelve viral en sus espacios?
¿O simplemente reflejan el deseo colectivo de mirar lo prohibido?
• ¿Sabías que hay más de 50 perfiles de TikTok dedicados exclusivamente a editar videos con música de fondo de los asesinatos cometidos por el narco?
• ¿Sabías que algunos asesinos adolescentes crean contenido previo al crimen donde anuncian “algo grande va a pasar”?
• ¿Sabías que los perfiles de algunos asesinos ganan miles de seguidores post mortem, convirtiéndolos en íconos digitales?
Bloque 5: El espectáculo continúa – Crimen-espectáculo y la nueva frontera criminológica
“Lo aterrador ya no es que alguien mate… lo verdaderamente aterrador es que alguien mate para gustar.”
— Dra. Paloma Herrera, especialista en conducta criminal digital
1. ¿Hacia dónde vamos? El asesino como celebridad viral
La transformación del crimen en espectáculo no es una anécdota. Es una tendencia. Una evolución del delito que combina:
• Psicopatía instrumental
• Narcisismo desbordado
• Cultura del espectáculo
• Plataformas de difusión masiva
En este nuevo paradigma, el asesino no escapa del reflector… lo busca. Y si el crimen anterior se justificaba por odio, venganza o impulso, el de ahora se justifica por audiencia, visibilidad y construcción de marca.
El asesino moderno piensa en la audiencia antes que en la víctima.
Mata para impresionar, no para resolver conflictos internos.
Esto genera un riesgo emergente: los imitadores digitales. Jóvenes en búsqueda de notoriedad, impulsados por la cultura del “haz algo extremo y te harás famoso”. Ya no basta con el escándalo: el algoritmo pide sangre.
2. Nuevas responsabilidades para la criminología, la forensia y la psiquiatría
La ciencia del crimen debe evolucionar a la velocidad del crimen mismo.
Y hoy, eso implica leer el crimen como lenguaje. Como símbolo. Como puesta en escena.
¿Qué necesita el criminólogo del siglo XXI?
• Comprender el impacto del narcisismo digital en la motivación criminal.
• Estudiar la estética del crimen como parte del análisis del modus operandi.
• Reconocer el papel del espectador y del medio como variables en la ecuación criminal.
• Identificar patrones en la viralización del crimen como factor de riesgo para réplicas.
• Diseñar estrategias de contención narrativa: romper el encanto del asesino-performer.
¿Y el psiquiatra forense?
• Actualizar los criterios diagnósticos con base en la influencia del entorno digital.
• Estudiar la disociación entre la empatía real y la empatía escenificada en asesinos mediáticos.
• Considerar el “yo digital” como una extensión patológica del ego criminal.
3. ¿Somos cómplices pasivos? El rol del espectador moderno
Aquí es donde la antropología y la sociología criminal hacen su aparición más feroz:
El asesino del espectáculo no existiría… sin una audiencia que lo consuma.
Cada vista. Cada like. Cada comentario. Cada podcast que glorifica. Cada documental que estetiza. Cada meme que humaniza. Todo suma. Todo alimenta.
La pregunta es brutal:
¿Estamos creando más criminales… o solo más espectadores?
4. Reflexiones finales: ¿y si dejamos de mirar?
No basta con estudiar al asesino. Hay que estudiar también a la sociedad que lo mira con fascinación.
“El crimen es una ventana rota. Pero el espectáculo es quien la mantiene abierta.”
Francisco, este artículo no sólo es un análisis científico: es un espejo.
Un reflejo incómodo de cómo la violencia se convirtió en contenido…
y cómo el asesino dejó de esconderse en callejones, para instalarse en nuestros celulares.
Preguntas abiertas para el debate académico y mediático:
• ¿Debería existir una ética del contenido criminal en medios y plataformas?
• ¿Estamos preparados para regular el crimen mediático como fenómeno de salud pública?
• ¿Cuántos futuros asesinos están entrenándose… observando la viralidad de otros?
• ¿La ciencia criminal necesita un nuevo lenguaje para hablar del crimen digital?
Referencias bibliográficas
Baudrillard, J. (1995). La transparencia del mal: Ensayo sobre los fenómenos extremos. Anagrama.
Debord, G. (1967). La sociedad del espectáculo. Buchet-Chastel.
Ferrell, J. (1997). Criminological verstehen: Inside the immediacy of crime. Justice Quarterly, 14(1), 3–23. https://doi.org/10.1080/07418829700093201
Goffman, E. (1959). The Presentation of Self in Everyday Life. Anchor Books.
Graysmith, R. (1986). Zodiac: The shocking true story of the hunt for the nation’s most elusive serial killer. Berkley Books.
Hare, R. D. (2003). Without Conscience: The Disturbing World of the Psychopaths Among Us. Guilford Press.
Millon, T., Grossman, S., Millon, C., Meagher, S., & Ramnath, R. (2011). Personality Disorders in Modern Life (2nd ed.). Wiley.
Neumann, C. S., & Hare, R. D. (2008). Psychopathic traits in a large community sample: Links to violence, alcohol use, and intelligence. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 76(5), 893–899. https://doi.org/10.1037/0022-006X.76.5.893
Packer, S. (2014). Cinema’s Sinister Psychiatrists: From Caligari to Hannibal. McFarland & Company.
Ramos, G. (2022). Narcoestética y violencia: El cuerpo como territorio de poder. Revista Latinoamericana de Antropología del Crimen, 8(2), 57-73.
Vronsky, P. (2013). Serial Killers: The Method and Madness of Monsters. Berkley Publishing Group.
Zimbardo, P. (2007). The Lucifer Effect: Understanding How Good People Turn Evil. Random House.
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